A sus 34 años, Eligio Blanco dice que sólo sabe ser campesino, de modo que si nadie le da opción de trabajar el campo, se quedará “de flojo”, porque no sabe andar en fábricas ni es albañil.

Asegura que el gobierno de Querétaro no apoya el campo, como “sí lo hace el de Guanajuato”, y que desperdicia sus hectáreas verdes al creer “que todo tenga que ser industria; eso no está bien”.

Hace tres años que este agricultor de Santa Rosa Jáuregui se encuentra desempleado, más allá de algunos trabajos de jardinería que ha llevado a cabo en fraccionamientos de Juriquilla, empleos que, por otra parte, “son difíciles de agarrar”.

Explica que cuando trabajó en Fresno, California, conoció una agricultura tecnificada que lo impresionó. “La mitad del trabajo se hacía con robots y a los surcos les echaban quién sabe cuántas vitaminas y crecían las raíces así de grandotas”. Sin embargo, su deseo de aprender, así como de ganar dólares, se frustró el día en que se dio una traición dentro del equipo de la granja y cayó una redada de Migración. Esto originó que él y varios de sus paisanos estuvieran en la cárcel antes de ser deportados.

“Ahora ya ni querer volver”, comenta el hombre, porque además de lo complicado de cruzar la frontera y de obtener trabajo, “sale carísimo: el pollo anda en los 6 mil pesos.”

La ventaja de vivir en Querétaro, eso sí, es que “uno anda más tranquilo y Santa Rosa es bien bonito”.

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