Ana Yolanda López Domínguez, emprendedora fundadora y directora general de la Cooperativa Pan Q’Ayuda, dice que una persona con discapacidad, y una mujer con discapacidad, tal vez no puede jugar fútbol americano, pero sí pueden dirigir una empresa. “Yo no puedo subir el Aconcagua, pero qué tal puedo ser mamá, esposa, ama de casa. Tal vez no lo haga como una persona sin discapacidad, pero yo veré cómo lo hago y lo hago, y dirijo una familia”, afirma.

Pan Q’Ayuda: una oportunidad para ser independiente
Pan Q’Ayuda: una oportunidad para ser independiente

La cooperativa fundada por Ana Yolanda da empleo a personas con discapacidad, adultos mayores y mujeres que son cabeza de familia.

Pan Q’Ayuda nace en 2007 como asociación civil, y luego nace de ahí una escuela de oficios, entre los cuales estaba el taller de panadería. Luego, en 2012 se constituyó Pan Q’Ayuda como sociedad cooperativa.

“Como mujer es más bien el orgullo de ser mujer, de ser directora de dos empresas, de desarrollar empleos, de ver crecer emocionalmente a las personas, de grupos vulnerables empoderarse. No ha sido fácil, pero no por mi género, sino por la discapacidad que vivo”, refiere.

Hoy en día elaboran y venden panes, galletas, pay, dulces, brownies y pastelería gourmet, en la colonia San Pablo, Querétaro, y cuentan con servicio a domicilio. Incluso también atienden clientes en su página online https://panqayuda.com.mx/ y sus redes sociales.

“Las etiquetas de ‘tú no puedes’, ‘tú no debes’, esas son las que más hacen daño. Echar a andar una empresa como mujer no fue tan sorprendente, como echar a andar una empresa como mujer con discapacidad, y mamá soltera. Tener las tres vulnerabilidades a la vez no ha sido nada fácil”, subraya.

Señala que quienes le decían que no podía eran aquellos que forman parte de la cultura de la discriminación, donde se limita a las personas con discapacidad, cuando se debería de ver cuáles cosas sí pueden hacer y no enfocarse en las que no.

A lo largo de estos años, el ejemplo de Ana Yolanda ha inspirado a personas a superarse y crecer. Recuerda en especial a una mujer en San Juan del Río, donde fue a facilitar un grupo de autoayuda, de padres con hijos con discapacidad.

“Se me acercó una chica en silla de ruedas, de unos ocho o 10 años menos que yo. Me dijo que le gustaría ser como yo. En ese momento me cayó el veinte de que estábamos haciendo camino al andar, de que estábamos abriendo brecha y que estábamos trabajando por las demás personas que atrás venían empujando y que querían vivir con dignidad del fruto de su trabajo, sin importar las circunstancias… Es una responsabilidad bien grande, porque soy una persona de carne y hueso, y me caigo y también tengo crisis”, enfatiza.

Indica que lo peor a lo que se enfrentan las mujeres con discapacidad, es a las personas que creen saberlo todo. Aquellos que les dicen qué supuestamente no pueden hacer las cosas.

Ana Yolanda es comunicóloga. Recuerda que cuando terminó la carrera y salió a buscar empleo, no fueron pocas las ocasiones en las cuales le dijeron que no podría hacer el trabajo, a pesar de tener la preparación académica adecuada para las labores de los puestos ofertados. Le decían que no podía hacer el trabajo porque no podía caminar.

“Una cosa llevó a la otra. Investigar qué estaba pasando con las demás personas con discapacidad, que estaban viviendo y me di cuenta de que vivían en condiciones de pobreza extrema, o pobreza alimentaria por no poder encontrar oportunidades laborales, por etiquetarlos con ‘tú no puedes’”, enfatiza.

Dice que otro obstáculo físico que enfrentan las mujeres con discapacidad (y las personas con discapacidad en general) es la falta de un transporte público, que permita que éstas o las personas de la tercera edad puedan llegar a estudiar, a sus trabajos, a los centros de salud llegar con seguridad y comodidad.

“Desarrollarse, estudiar, emprender, opinar. Eso es lo que nos ha costado más trabajo. Pero llegamos a la conclusión que no es culpa de las demás personas, en realidad la culpa no existe, sino es el desconocimiento, entonces nos toca a nosotros sensibilizar. Creernósla primero, para que los demás nos crean que podemos”, explica.

Refiere que si para una persona con discapacidad las oportunidades de desarrollo son pocas, ahora las mujeres con discapacidad aún son mucho menos. Es más fácil para un hombre moverse, mientras que para las mujeres es más complicado, quedándose en casa, sin estudiar o trabajar, limitando su desarrollo humano y todas sus actividades en general.

“Imagínate esas tres vulnerabilidades: mujer, persona con discapacidad y madre soltera. No fue fácil sacar adelante a un chavo, a un niño que tiene la mala costumbre de comer tres veces al día. Imagínate, o trabajo o trabajo. Imagínate ir a buscar trabajo y encontrarte con la cerrazón de la discriminación laboral por discapacidad.

“Afortunadamente soy muy necia, por tener claro que sí se puede, sí se debe y que detrás de mí vienen muchas otras personas, con discapacidad que tienen el derecho a vivir con dignidad del fruto de su trabajo. No hay nada que nos dé más paz que saber que tenemos un techo sobre nuestra cabeza y dinero para comer al día siguiente”, puntualiza.

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