RÍO DE JANEIRO.— En este templo, Dios y el diablo se han enfrentado por 64 años. Con el estadio vacío, aún se pueden escuchar gritos tras las hazañas, pero también un silencio sepultural, aquel que dejó mudos y marcó a miles de brasileños tras la derrota de Brasil ante Uruguay en 1950.

Es uno de los estadios más famosos y con más historia del futbol. Icónico y mítico. Ahora luce un nuevo rostro. Fue remodelado y sólo sobrevivieron su fachada y su entrada monumental. Aún así, conserva ese halo de magia y misticismo. Será sede del mayor número de partidos, siete, durante la Copa del Mundo, incluida la final.

Las intensas lluvias anegaron el barrio del Maracaná, una zona que está por debajo del nivel del mar. Aquí, fue construido lo que alguna vez fue “El Estadio Más Grande del Mundo”.

Inaugurado el 16 de junio de 1950, fue construido para la primera Copa del Mundo que Brasil realizaba. El país que más ama el futbol, el que lo adoptó como religión y lo hizo democrático para todas las razas y las clases sociales tenía el marco perfecto para ganar la Copa del Mundo. Pero una desgracia marcó este coloso.

Su nombre oficial es estadio Jornalista Mário Filho, en honor al reportero que dedicó su vida a documentar la historia del futbol y que público el libro Bola Negra, que narra cómo el futbol fue herramienta de lucha contra el racismo en Brasil.

Pero su nombre popular es Maracaná, ya que en esta zona, antiguamente llena de árboles del manglar, se refugiaban miles de pequeños loros multicolores a los que los indios tupí guaraní así llamaban.

La remodelación del estadio tardó tres años y costó 510 millones de dólares. Se derribó casi todo, excepto su fachada y su entrada principal.

Llama la atención el área VIP, donde los asistentes al Mundial que han pagado un boleto de mil 500 dólares podrán beber y comer en un bar exclusivo, con salas tipo lounge. Con acceso a exclusivas terrazas, donde tendrán una de las mejores vistas.

La zona de vestidores fue remodelada. Cada uno tiene un gran jacuzzi en el que cabe todo el equipo. La zona de calentamiento, un sala de unos 50 metros cuadrados con paredes blancas donde pueden proyectarse imágenes y tiene pasto sintético.

Vamos al túnel donde el próximo 15 de junio, a las 19:00 horas, Argentina y Bosnia caminarán hacia la cancha para enfrentarse en el primer partido en Maracaná.

En la cancha, la seguridad es extrema. Aunque el estadio está vacío. Es la parte más vigilada. Pese a las intensas lluvias, el pasto está intacto, gracias al sistema de desagüe puesto en la remodelación del foso, pues debajo hay arena fina y coladeras.

Con la remodelación, ahora sólo 12 metros separan a los espectadores de primera fila de la cancha, las gradas bajas y superiores fueron unificadas y tienen una nueva inclinación para permitir una mejor visibilidad en cualquier ubicación.

La malla térmica en los bordes del techo proporciona sombra a casi todos los asistentes y es parte fundamental de la nueva estética, ya que la vista es otra al caer el sol.

La membrana colocada en el techo también tiene un moderno sistema que capta el agua de lluvia y la almacena para su reutilización en el inmueble. Ayuda a mantener el clima fresco en el recinto, que a las 13:00 horas puede ser de más de 38 grados centígrados.

Otra modificación importante fue la construcción de otros cuatro accesos, la remodelación de las rampas monumentales del acceso principal, la implementación de ocho elevadores y escaleras eléctricas para garantizar la accesibilidad de todos. Fueron construidos 231 baños, 60 bares y 110 palcos privados.

Desde la cancha, con el estadio vacío, se puede escuchar la ovación que los casi 174 mil espectadores, en su mayoría brasileños, hicieron aquella tarde del 16 de julio de 1950, cuando Friaça anotó al minuto 2 de la segunda mitad, el primer gol de aquella final entre Brasil y Uruguay.

A los jugadores brasileños ya les habían regalado relojes de oro con una inscripción en el dorso: “Para los campeones del mundo”. El carro alegórico y la batucada estaban listos para el recorrido que la Verdeamarelha haría por Río.

Finalmente, en el minuto 34, otro ataque uruguayo... Uruguay derrotaba 2-1 al favorito, al anfitrión.

Un silencio espectral sepultó el fervor en el Maracaná. Todavía, a 64 años, aún puede escucharse ese silencio. A las 16:45 de ese 16 de julio de 1950, el árbitro dio el silbatazo final y la historia del futbol registró el pasaje más triste: El Maracanazo.

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