Los parió la democracia. Fueron esperanza, y se convirtieron en una pandilla de cómplices, que usaron los partidos para conseguir poder y beneficios personales. Sus postulados estarían vigentes, sus dirigentes perdieron la vergüenza hace décadas.

Marko Cortés, el presidente del PAN, es un ejemplo presente de ello. Se agandalló la primera posición pluri para el Senado y la administración del dinero en la campaña de Xóchitl Gálvez. No sólo la dejó sola a mitad de la campaña, y le cerró (maliciosamente) la llave al gasto; sino que se molestó, porque su candidata le habló a Claudia para reconocer la evidente derrota.

En cada Estado hay estos sinvergüenzas, dentro del PAN y del PRI. El PRD afortunadamente ya se extinguió, a pesar de haber recibido mil 524 millones de pesos de prerrogativas (pagadas con el dinero de todos los mexicanos) en los últimos seis años.

No hay manera de salvar el prestigio y las acciones de los líderes de los pervertidos partidos políticos. Están absolutamente rebasados por una sociedad que les perdió el respeto. Ya no son opción.

Edgar Palomino Ayón, un joven de 34 años que trabaja en una mina, es un ejemplo de que los ciudadanos pueden. Podría a algunos parecerles pequeño el ejemplo, pero es muy ilustrador.

Palomino Ayón quería hacer algo por su pueblo. Pensó en ser candidato, pero todos los partidos lo rechazaron. Ya tenían una imposición, desde la dirigencia estatal.

No se arrugó, consultó un abogado, y a 15 días de la elección, recorrió su pueblo de mil habitantes. Entregaba un papel en donde escribió su nombre correcto.

No estaba registrado para la contienda, no aparecía su nombre en la boleta. 322 ciudadanos (el 49%) lo escribieron correctamente, en el espacio en blanco (debajo de la boleta). Hoy es alcalde de Cucurpe, Sonora. Ni todos los candidatos oficiosos juntos sumaron más votos que Edgar.

La sociedad no ocupa a los partidos. Ocupa la decisión de trabajar de manera independiente por una causa.

El futuro son los partidos regionales, repletos de ciudadanos libres, capaces y comprometidos con las causas de todos.

Hay decenas de ciudadanos entre los líderes de colonos, los obreros y administradores. En las Sociedades de Padres de Familia, en las comunidades académica, deportiva o empresarial, con gran capital para gerenciar una ciudad y un estado.

Sobre todo, una causa con una gran historia. Porque el voto es absolutamente emocional y pasional. Por eso tiene esa coraza el Presidente, y a pesar de la terrible inseguridad y falta de atención médica, las inconformidades clasemedieras están muy lejos de dañarle.

Hay una base de la pirámide, que siente defendidos sus agravios históricos por esa narrativa populista. Adoran a un justiciero que le deposita dinero “que antes se robaban”. 5 millones de mexicanos salieron de pobreza extrema con esa ayuda.

Las causas políticas deben hoy ser regionales. Próximas a los intereses de los ciudadanos. ¿Por qué tienen que imponernos candidatos los pseudolíderes de partidos o del sindicato que no representan a nadie?

¿Por qué siempre terminamos votando por el menos malo?

Póngale fin a esa dictadura autócrata de partidismo descontinuado. La fuerza está en la sociedad, construyendo instituciones ciudadanas regionales. Volteé a un lado, empiece a ver las facultades de su vecino.

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