Los niños ponen atención. Vienen de diferentes escuelas del municipio de Querétaro para escuchar la historia de Valentina y sus crayolas mágicas, cuento que busca prevenir el abuso sexual infantil, y para lo cual también van los padres, actores principales para detener este delito.

Adriana Gabriela Ceballos Hernández, directora general del Centro de Estudios para el Adelanto de las Mujeres y la Equidad de Género (CEAMEG), de la Cámara de Diputados, lee el cuento para los niños, sus padres y las maestras y maestros que los acompañan.

A un costado, están la diputada federal María García Pérez, así como Erandi Quintero Vázquez, autora del libro y sicóloga de profesión.

En varias pantallas se reproducen también las páginas del cuento, el cual se divulga en todo el país debido al aumento en los casos de abuso infantil.

Las palabras de bienvenida son de la diputada, quien les dice que desde México, desde la Cámara baja, seguirán trabajando por el bienestar de niñas y niños para que tengan una vida plena.

La directora del CEAMEG agradece a la diputada García Pérez ser la anfitriona de este evento que busca la prevención del abuso infantil.

“Hay que prevenir desde donde lo podemos hacer, que es desde nuestras casas, en nuestros hogares. Tenemos esta preocupación que hoy nos convoca. Es una preocupación porque como mamás, como papás, como familiares de lo más valioso que tenemos en nuestros hogares, los niños, nos convoca tratar de protegerlos, ayudarlos, orientarlos, para que ellos también se sepan cuidar”, indica.

Poner alerta.

El peligro no sólo se vive en las calles, pues está incluso en las personas más cercanas de la familia, indica la experta, al referir que es ahí donde las mamás deben de actuar.

La obra Valentina y sus crayolas mágicas sirve para ayudar a prevenir y crear conciencia en la comunidad.

La lectura corre a cuenta de ella misma. Cuando las ilustraciones del cuento comienzan a aparecer en las pantallas, la atención de los niños es inmediata. Los padres, que ocupan la sillas del fondo del salón en un hotel cercano a la plaza de toros Santa María, escuchan también con atención.

Los niños comen un bocadillo y beben jugo, pues se contrató ese servicio, y en la parte de atrás del lugar están dispuestas jarras de café, pan, jugo de naranja y botellas de agua.

Los susurros de los niños se escuchan de fondo durante la lectura del cuento. Después, la misma autora explica el contenido a los presentes, con un lenguaje sencillo y de acuerdo a las edades de los menores, que van de los cinco a los 11 años.

El rostro de los padres, conforme Quintero Vázquez explica la historia, cambia. En algunos pasa del gesto de aburrimiento al de atención, se comienzan a hacer conscientes de la problemática.

“La función principal del adulto, de la mamá, del papá, es la protección, el cuidado. Si no hubiéramos tenido alguien que nos cuidara, no estaríamos vivos el día de hoy”, dice en su explicación del cuento.

Pregunta sus edades a los niños. Les dice que aunque ya no sean tan chicos, los adultos tienen la obligación de cuidarlos, además de ser un derecho de los menores, aunque les aclara que ellos también tienen que cuidarse a sí mismos.

El libro se les regala a los niños. “Uno por familia”, pide una voz femenina por el micrófono. Los pequeños toman sus libros y se acercan a la autora, quien los atiende y los firma.

Es rodeada por una masa de “esos locos bajitos”, que en ese lugar se sienten seguros y pueden correr y jugar a sus anchas. Saliendo de ese lugar, quizá dos centenas de niños sean más fuertes y menos vulnerables, mientras que sus padres podrán ser más conscientes del riesgo y pondrán más atención a la conducta de los mismos, para criar y tener niños, menos vulnerables a los abusos.

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