Del latín “aurum” que significa oro y “pigmentum” que significa pigmento. En su Il libro dell'Arte, Cennino Cennini escribe que el oropimente se hace con alquimia. Es cierto que, en los inicios del Renacimiento, la mayoría de los pigmentos que los artistas utilizaban eran artificiales, pero el oropimente es de hecho un mineral natural: un sulfuro de arsénico (As,S,) de color amarillo canario con aproximadamente un 60% de arsénico. De coloración anaranjada amarillenta, se encuentra en todo el mundo y se forma por sublimación en las fumarolas volcánicas, en fuentes hidrotermales templadas, por cambios bruscos de temperatura y como subproducto de la descomposición de otros minerales que contengan grandes concentraciones de arsénico.

En su forma mineral natural, que lo dotaba de un aspecto similar al del oro, fue uno de los pigmentos minerales (como la azurita y el mineral de cobre verde o malaquita) y uno de los dos amarillos, junto con el ocre, utilizados en el arte egipcio de la antigüedad. Aparece en rollos de papiro y decora las paredes de la tumba de Tutankamón, donde se encontraron cantidades de este pigmento. Este intenso amarillo también puede encontrarse iluminando el Libro de Kells del siglo IX, las paredes del Taj Mahal y el texto medieval Mappae clavicula (recopilación de recetas artesanales de materiales artísticos). A los romanos, que lo llamaban auripigmentum, o sea, «dorado», también les encantaba. Además de utilizar el oropimente como pigmento, creían que se podía extraer oro de él utilizando un método misterioso. Plinio cuenta una historia sobre el emperador Caligula quien, deseoso de acaparar riquezas, fundió una ingente cantidad de oropimente en bruto, con poco éxito. Ese tipo de experimentos no sólo resultaban inútiles, pues el oropimente no contiene el menor rastro del precioso metal, sino que también podían resultar letales para los esclavos que lo extraían de las minas.

Conocido por los griegos como arsenikón del persa Zarnikh; se tienen registro de su exportación a Europa incluso de lugares tan lejanos como la provincia de China de Yunnan. Plinio y Vitruvio lo llaman auripigmentum y se encuentra en obras egipcias, persas y de Asia. Parece haber tenido poco uso en el norte de Europa, donde amarillo de plomo y estaño fue uno de los amarillos dominantes en la paleta Europea. Durante el Renacimiento, oropimente fue importado a Venecia de Asia Menor, se empleaba principalmente en la pintura al temple, en la actualidad apenas se utiliza ya que es venenoso.

Cennini advertía a sus lectores: «Mucho cuidado con llevárselo a la boca, no vaya a ser que os cause algún mal». De hecho, el oropimente es mortal. Pese a que se sabe que, ocasionalmente, se tomaba en cantidades diminutas, como purgante en Java, Bali y China, donde se encuentra de manera natural, y que fue popular como pigmento hasta el siglo XIX, se conocían sobradamente los riesgos de usarlo en exceso. Un comerciante alemán de nombre delicioso, Georgius Everhardus Rumpius (o Georg Eberhard Rumpf) recordaba haber visto a una mujer que había tomado demasiado en Batavia (Yakarta) en 1660, y lo relataba así en su Herbario Amboinense: se había vuelto loca «y se subía por las paredes igual que un gato».

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