Dar y recibir abrazos suele ser reconfortante, pero como estrategia de gobierno en materia de seguridad trae consecuencias negativas. No se puede tapar el sol con un dedo ni la violencia con declaraciones optimistas. Los saldos de la semana pasada son claros: violencia y amedrentamiento contra la población civil en 4 estados de la República. Jalisco, Guanajuato, Chihuahua y Baja California. 11 muertos en Ciudad Juárez y 2 en el estado del Bajío son los saldos más graves, además de los autos y negocios incendiados.

¿Por qué se desató la violencia de esta forma? ¿Son acaso actos de narcoterrorismo? ¿Esto es una muestra del fracaso de la estrategia del gobierno federal y su frase emblemática de Abrazos no Balazos?

El terror que cayó sobre estos 4 estados tiene una causa particular diferente, pero una general que afecta a todos. En el caso de Guanajuato y Jalisco, versiones no confirmadas indican que en un operativo se intentó detener a integrantes del Cartel Jalisco Nueva Generación; en tanto, en los estados del norte, en particular Chihuahua, todo indica que comenzó con una pelea entre grupos rivales del crimen organizado.

No es un fenómeno nuevo que grupos del crimen organizado ataquen a la población civil. En 2008 una granada fue arrojada en Morelia en plenos festejos patrios del 15 de septiembre. Ni tampoco son los mexicanos quienes inventaron estas tácticas, las cuales fueron usadas ya por grupos en Colombia en la década de los 80 para presionar a su gobierno. Lo que es novedoso para el caso mexicano son las fechas consecutivas de estos actos que podemos calificar como terroristas, aunque el secretario de gobernación Adán Augusto López lo niegue categóricamente.

Y son actos terroristas porque, de acuerdo con un pronunciamiento de la ONU del 9 de diciembre de 1994, estos son “Actos delictivos concebidos o planeados para provocar un estado de terror en la población en general, en un grupo de personas o en determinadas personas que son injustificables en todas las circunstancias, cualesquiera que sean las consideraciones políticas, filosóficas, ideológicas, raciales, étnicas, religiosas o de cualquier otra índole que se hagan valer para justificarlos”.

Aunque los hechos de la semana pasada no tienen una reivindicación ideológica o religiosa, si son actos para aterrorizar a la población civil para que el gobierno no ejerza acción sobre ellos.

Es evidente que la estrategia de los abrazos no ha dado resultados satisfactorios y que, sumados con el llamado culiacanazo donde ataques a la población civil hicieron retroceder al gobierno federal, han dado pie a la estrategia del crimen organizado.

Habrá que esperar la respuesta concreta del gobierno federal y que se deje de divagaciones en sus conferencias mañaneras. Su proyecto de transformación pasa forzosamente por una pacificación del país que no quede solo en actos discursivos y abrazos.

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