El condicionamiento de la candidata de Morena a reconocer el resultado de la elección tiende una sombra de duda sobre el proceso electoral, lo que amenaza el resultado y la confianza en las instituciones, a la vez que daña la paz social.

La táctica de Sheinbaum busca encubrir la estrategia morenista -elaborada desde Palacio- que consiste en cuestionar el resultado de los comicios antes de que estos se realicen, a pesar de que son ellos quienes se han encargado de enturbiar el proceso electoral.

Entre las condiciones ideales para que el resultado de una elección sea creíble, se encuentran: la necesidad de instituciones fuertes y confiables; con suficientes presupuesto, personal y recursos para abrir la totalidad de las casillas; garantizar un proceso seguro y en paz, sin interferencia de la delincuencia organizada; total transparencia para dar certidumbre a los resultados; y una participación copiosa de votantes.

El problema es que en México -gracias a la 4t- no se cumplen los requisitos básicos: el Instituto Nacional Electoral INE y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación TEPJF se encuentran tomados por personas identificadas con Morena, lo que cuestiona la imparcialidad del árbitro; no cuentan con personal capacitador suficiente ni presupuesto suficiente; y, un número importante de ciudadanos, por temor a la intervención de la delincuencia organizada, han renunciado a ser funcionarios de casilla el día de la elección.

La inseguridad es tal van más de 30 candidatos asesinados; tan solo en dos estados, Michoacán y Chiapas, han renunciado 935 candidatos (y no todos se han podido reemplazar); más de 500 candidatos cuentan con protección ante el riesgo de que los asesinen; por temor, la ciudadanía no quiere participar en casillas, como representante de la oposición, para supervisar el proceso electoral, por lo que ésta no cubrirá más del 50% de ellas, algo nunca antes visto.

El riesgo de que en muchos municipios del país la población no salga a votar por miedo a poner en riesgo su integridad si no vota en favor de un partido o candidato, es alto. Y se fortalece con el hecho de que no existen suficientes elementos de la Guardia Nacional para resguardar las casillas identificadas como conflictivas, por lo que la duda no es si la delincuencia organizada va a estar presente o no el día de la elección comprobando votos o amenazando, sino de qué tamaño será el número de alcaldías y curules -estatales y federales- que tendrán los cárteles en la próxima legislatura y gobierno.

A diferencia de Argentina, donde pese a que el gobierno operó en favor del candidato oficial, la fortaleza e imparcialidad de las instituciones electorales le garantizó al opositor Milei el reconocimiento de su triunfo; en México, la elección de Estado está diseñada para evitar que la oposición triunfe, lo que incluye el desconocimiento de los resultados, la judicialización de las elecciones, la movilización social y, de ser necesario, la confrontación.

La actitud de Sheinbaum no se funda en la posibilidad de un fraude (solo ellos y sus socios podrían realizarlo), sino en el temor de perder la elección, debido a la respuesta social que ha tenido Xóchitl Gálvez.

Sheinbaum busca desacreditar y culpar a sus competidores para ganar espacio y realizar las maniobras antidemocráticas que caracterizan a su partido. A fin de cuentas, si pierde la elección —al igual que AMLO—, no reconocerá los resultados.



Periodista y maestro

en seguridad nacional

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