Pigmalión  es una de las muchas narraciones de la mitología griega y se refiere al rey de este nombre que para casarse buscó a la mujer perfecta;  al no encontrarla, decidió hacerla con sus propias manos esculpiéndola en piedra. Al terminar, quedó tan maravillado de su obra que la amó    intensamente, razón por la que una conmovida diosa Afrodita le dio vida y pudo ser la mujer que quería el rey.

Esta   historia  ha sido interpretada de distintas maneras, desde la literatura hasta el muy reconocido  experimento en Psicología de la década de los 60 que probó que las realidades a   priori no existen, solamente una creencia de ella,  y lo que pensamos que puede ser, condiciona nuestro pensamiento y acciones, cuando se cumple lo que anhelamos, reforzamos la creencia como realidad.

Parece que  —como nunca—  los sociólogos y todos los estudiosos de los fenómenos colectivos (entre ellos periodistas y comunicólogos) tienen frente a sus ojos un laboratorio con el más grande caudal de fenómenos sociales que deben ser analizados y explicados para saber qué estamos viviendo y cuál realidad debemos esperar o, sin la intervención de la diosa griega, pensar y hacerla.

Una  historia  conocida  de la llamada profecía  autocumplida es la de  Pinocho, el muñeco que Gepeto talló en madera y un hada le dio vida bajo la condición de no mentir y obedecer. Recuerdo que esta historia me la aplicaron de niño como un ejemplo de las malas consecuencias de mentir, entre ellas la pronunciada nariz.

Los mexicanos provocamos fenómenos colectivos que son verdaderas profecías que esperamos que algún día se cumplan. Lo que nos sorprende (por imposible que parezca) es la frustración.

La última historia que aún no se empieza a contar, es la del anhelo ciudadano que impulsó hace varios años el combate a la corrupción y logró que los gobiernos escucharan su reclamo, al punto de hacerlo una obligación en la Constitución en mayo de 2015.

Hace unos días los gobiernos de los mexicanos, el federal y los de los estados, tenían que haber cumplido con la instalación del  Sistema   Anticorrupción  promulgando las leyes y creando o modificando las facultades de las autoridades que van a combatir este mal. Ahora la sorpresa, los ciudadanos poco exigen, el reclamo se queda en unos pocos intelectuales y mentes honestas; las autoridades que no cumplieron no dan explicación alguna y al único estado que acató el anhelo ciudadano no se le pregunta por qué  sí lo hizo. Querétaro cumplido está en el olvido nacional.

Los mexicanos pensamos que labrando en ley, en la más alta jerarquía constitucional, nuestro desvelo por la ética en los gobiernos tendríamos esa histórica recompensa que cambiará al país de su realidad atroz de desigualdad. A unos días, la promesa no la autocumplimos.

Otro anhelo, desde el inicio de la administración federal, fue construir un sistema educativo de instrucción básica de calidad, con escuelas, programas y, sobre todo, maestros competentes que no fueran parte del mal endémico, sino el cimiento de las futuras generaciones que van a lograr lo que la presente y sus antecesoras no hemos podido: el México de oportunidades que todos queremos.

Pues la ley existe, y con ella una oposición con bandera de movimiento social que pretende legitimar que el mejor ejemplo que puede dar un maestro a los niños es estar en la calle protestando, en muchas ocasiones con violencia, en defensa de un ideal libertario que nadie alcanza a explicar y se pierde en retórica de globalizaciones y gobiernos autoritarios.

Lo único cierto es que las evaluaciones internacionales nos colocan cada día en los peores niveles de aprendizaje de la historia del país.

Pensamos que la Selección  Mexicana de futbol debe ser campeona del mundo y parece que con un entrenador extranjero, nacional, de un país hermano, esta vez lo lograremos. Falta menos de un año para ver que ¡sí se puede!

En esa realidad virtual, de una sociedad inanimada que no se conoce, pero que habla, exige, anhela, creada por cada individualidad y cuyo anonimato permite decir las más grandes barbaridades, pero también la más noble de las peticiones; es muy fácil encontrar ejercicios de realidades que esperan ser cumplidas. Las redes sociales deberían conocer a los dioses o las hadas madrinas para que ayuden a tanto mexicano a que esas creencias se vuelvan realidad, no importa que nada hagamos para que eso sea posible, o lo que trabajemos no tenga nada que ver con las aspiraciones que publicamos.

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