Sin duda, los recientes fenómenos naturales que han sucedido en el último par de meses en el mundo han provocado daños y exhibido la languidez humana, pero también mostrado su solidaridad y, al mismo tiempo, la ineficaz respuesta que hemos construido como especie para defendernos de la naturaleza, a pesar de tantos avances tecnológicos.

Sobran los ejemplos que los medios de comunicación y sobre todo las redes sociales nos informan; desde nuestros vecinos en Estados Unidos o los hermanos de países del Caribe con los huracanes, hasta los terremotos de los días 7 y 19 de septiembre en más de media docena de entidades del país. Este último, de acuerdo con el Servicio Sismológico Nacional, lleva 39 mil réplicas -al día último de septiembre-, por cinco mil 791 del primer sismo.

En Querétaro, la desgracia también nos unió en el dolor con las lluvias del día 27 del mismo mes. El fenómeno meteorológico nos dejó en dos municipios docenas de colonias y miles de personas afectadas con la pérdida del mobiliario esencial en sus hogares, daños en las vialidades y, sobre todo, la impotencia de que los más afectados fueron los más pobres y de menores condiciones sociales, no porque personas de otra condición social no hayan sufrido el embate de las lluvias, sino porque los daños afectaron lo poco que tenían y su posibilidad de recuperación es casi nula.

A partir del martes, en las redes sociales y medios de comunicación, en chats de Whatsapp y demás posibilidades que la tecnología nos provee han aparecido los llamados memes, noticias falsas y avisos de supuesta emergencia que divulgados entre la población, por grupos, sectores o de forma abierta tienen como única finalidad construir una emoción social: el miedo.

Se trata de una emoción que provoca ansiedad creciente por un posible daño físico, patrimonial o de otra especie en la propia persona o en los seres queridos, que puede ser cierta o no.

Basados en la falacia de que cada comunicado dice la verdad que las autoridades callan, el asunto es que todos estos comunicados alarmistas no son ciertos, porque se tratan de interpretaciones de quien los hace o que provienen de información falsa o distorsionada, por no pensar en mala fe.

La segunda característica que reúnen todos estos mensajes falaces, es que tienen los mismos autores o replicadores; si usted hace un ejercicio de observación se dará cuenta fácilmente de que se trata de los “portales de noticias”, periodistas “digitales” y demás personalidades que hasta hace unos dos años tenían como línea de producción en sus “noticieros” la verdad de los hechos.

¿Usted se imagina que alguien pueda divulgar una mentira acerca de que las presas o bordos de Querétaro, aun las que se encuentran más distantes de su casa, vayan a ser destruidas o abiertas para que provoquen una inundación? ¿Es que alguien en sus cinco sentidos y la más elemental de la sensatez puede ser tan pernicioso de mentir para causar temor?

Cómo una carta de dos legisladores priístas dirigida a autoridades del municipio de Querétaro, puede provocar una “noticia” de que un conocido centro comercial está a punto de colapsarse y por eso los regidores priístas piden su cierre inmediato.

En general, estos informadores, jinetes de un supuesto apocalipsis, usan noticias de otras latitudes nacionales o estatales, para transferir desgracias ajenas en la percepción de los queretanos.

Cualesquiera que sean, ya que usan el anonimato para replicar sus mensajes, deberían sentir vergüenza de ocuparse en mentir, en causar miedo a los demás, sobre todo usando como bandera la libertad de prensa, pues ésta es la más grande de las insignias de la democracia, la más sentida de las conquistas de la libertad, por eso abusar de ella toma desprevenido al ciudadano que en su buena fe no concibe tal mezquindad.

El sentimiento de solidaridad hace imposible pensar que quien por su profesión, a veces oficio y de manera más común como simple práctica, informa a los demás, lo haga mintiendo y buscando un daño robándoles su tranquilidad.

Querétaro tiene muchas réplicas del sismo que ocurrió en otros estados y aquí tuvo mínimos efectos, de las inundaciones de hace unos días principalmente en los municipios de San Juan del Río y Querétaro; pero se trata de réplicas del miedo pertinaz de las redes sociales, que se escuda en el anonimato, con noticias taimadas, tendenciosas, útil a unos cuantos, con intereses personales y monetarios, que me imagino deben ser  fáciles de cubrir.

De seguir esta actividad sísmica en las redes, será una señal que las autoridades no han atendido ese daño, esa es una esperanza de que tienen buen actuar, qué fácil sería usar el dinero de los ciudadanos en esos menesteres; porque de otro modo, cual sería la enseñanza que la naturaleza nos acaba de dejar. De qué habrá servido que tantas personas hayan sido lastimadas.

Cumplamos nuestra responsabilidad, es tiempo de vivir sin miedo, cuestionemos lo que nos dicen; es tiempo de que los que se han autoerigido en jueces de la verdad, también la digan.

Dice un refrán viejo: “La verdad, es el alma de los honestos; la mentira, la de los cobardes, pero la traición la de los miserables”.

Esa es una descripción del lugar que tendrán en la historia, cuando la verdad exponga sus nombres en público.

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