Jesucristo murió crucificado junto a dos ladrones por el crimen de autonombrarse Rey de los Judíos. En una muestra de amor, pidió a su Padre, el Dios de los cristianos, perdonar a quienes estaban cometiendo su propio asesinato: “¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!”.

Este fue el inicio del Viacrucis de la Pasión de Cristo, cuya representación se hace en todo el mundo y que, en Querétaro, tiene uno de sus principales referentes la representación que se realiza en La Cañada, en El Marqués, que en su sexagésima segunda edición congregó a 40 mil personas, según la Diócesis de Querétaro.

El Centro Histórico de La Cañada se vistió de colores con la representación, primero, del juicio donde Poncio Pilato tiene que condenar a 70 azotes y a pena de muerte a Jesús, ante los gritos de una multitud que pide su crucifixión, aunque aquí los testigos son fieles en la Plaza San Pedro de La Cañada y, más bien, guardan silencio.

Después, los vecinos de la calle Emiliano Zapata son testigos de miles de sombrillas de colores que los fieles traen por el sol y el calor que supera los 30 grados. Entre bancos, niños vomitando, vendedores de bolis, paletas de hielo y nieves, el actor que representa a Jesucristo carga su cruz rodeado de soldados romanos que le azotan sin piedad.

Los voluntarios de la diócesis rodean la escena con una cuerda y separan así a los fieles de los actores, quienes tienen frente a ellos también una hielera con agua y naranjas para refrescarse. Después, las tres caídas de Jesucristo son narradas por el sacerdote que va en una camioneta y que recuerda a los fieles el simbolismo de esta celebración.

Primero, el superar las adversidades como lo hizo Jesús que, pese a los azotes, levantó de nuevo su pesada cruz de madera; después, el amor de la Virgen María quien se acerca a llorar junto a él, recordándonos a todos el respeto que todas nuestras madres merecen; después, Verónica, esposa de Pilato, que sale de entre el pueblo para limpiar de sangre el rostro desfigurado de Jesús, como símbolo de dar siempre ayuda a quien sufre.

En los alrededores, miles de asistentes con sus celulares graban la escena mientras toman una michelada o disfrutan una paleta de hielo, y mientras Jesús pasa, tras de ellos yace colgado de un árbol Judas Iscariote, antes discípulo de Cristo quien, arrepentido, decidió acabar con su vida después de traicionar a Jesús por 30 monedas de plata. Los olores del sudor de los soldados romanos, con sus túnicas rojas y armaduras doradas, se mezcla también con el olor de los guajolotes, los tacos dorados y los churros preparados que venden cada 10 metros y que son un auténtico placer mientras todos ven atónitos al actor que representa a Cristo con su corona de espinas cargando su gran cruz café.

Después, la vuelta al Callejón de San Antonio, con una inclinación que para personas con discapacidad es ridícula, pero que hoy congrega a miles de fieles que acompañan a Jesús cargando la cruz rumbo al Cerro de Bautisterio, donde las playeras blancas y las sombrillas de colores (algunas con nombres de partidos políticos por ser plena campaña electoral) pintan un paisaje que es normalmente verde y en el que ya hay tres cruces esperando.

Ante los miles de fieles, el sacerdote les recuerda que el subir a este cerro, el acompañar esta muestra de fe, es signo de la devoción de cada uno y que es momento de que, como lo hicieron los testigos de la muerte de Jesús, “pidamos ahora salud por quienes están enfermos, paz para quienes sufren y respeto para Jesucristo, quien se sacrificó por todos los pecados de la humanidad”.

Primero suben su cruz y después la de los dos ladrones que serán ejecutados con él. Ahí, frente a todos, pide perdón por los pecados del hombre ante las lágrimas reales de decenas de actrices, cuya fe es innegable, y que con sus vestidos y túnicas de colores tratan de darle el realismo natural de quienes sufren realmente por el Rey de los judíos.

Al final, los rascacielos de El Marqués son testigos de una de las tradiciones más concurridas de la fe católica, acompañado de decenas de patrullas que atienden a quienes sufren insolación y con calles cerradas, para continuar las conmemoraciones de la Semana Santa.

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