La absenta, también conocida como “La Fée Verte” (“el Hada Verde”) o como “el Diablo Verde”, por su color verde esmeralda vibrante y su supuesta capacidad para inspirar (hada) y/o enloquecer (diablo), es una bebida con una gradación muy alta en alcohol, elaborada mezclando plantas y hierbas aromáticas, incluidas el ajenjo o absenta, el anís, el hinojo y la mejorana salvaje, que primero se machacaban y luego se sumergían en alcohol y destilaban para crear un licor amargo de color pera. No era un brebaje completamente nuevo: los antiguos griegos y romanos ya utilizaban una receta similar como repelente de insectos y antiséptico. La versión moderna también se creó con fines terapéuticos. Pierre Ordinaire, un conocido médico francés afincado en Suiza tras la Revolución Francesa, creó una versión de la receta antigua para recetar como tónico a sus pacientes. Comenzó a comercializarse a principios de siglo pero entonces todavía se consideraba eminentemente medicinal: los soldados franceses destinados en África la tomaban para prevenir la malaria.

Mucho se ha escuchado de la búsqueda de los artistas por una musa, pero cuando la absenta se popularizó en Francia a finales del siglo XIX, en plena Bella Época parisina, con el apodo de la “Fée Verte” —hada verde en francés— esta se convirtió en la musa por antonomasia porque entre artistas fácilmente la palabra “musa” se podía sustituir por la palabra “absenta”. Fue tanto el furor y la seducción por la musa verde que su producción fue prohibida en 1915.

Escritores y artistas de la Belle Époque, como Hemingway, Oscar Wilde, Rimbaud, Van Gogh o Gauguin, consumían absenta en busca de inspiración artística, y de allí surgieron unos cuantos mitos. Por ejemplo, se cuenta que Van Gogh, tras beber absenta, se cortó el lóbulo de la oreja y se lo dio a la prostituta de la que estaba enamorado o que Gauguin usaba asiduamente el color verde debido a su pasión por esta bebida. Esta asociación con los grandes artistas de la Belle Époque alimentó el mito de la absenta, hasta que se prohibió su producción en 1915.

Estudiar al postimpresionista Gauguin y a su avasallador y expresivo uso del color verde, sobre todo en el período cuando vivió en Tahití, es un gozo artístico. ¿Pero cómo era su relación con la musa verde? Cuando lo encontraron muerto, su cuerpo se hallaba al pie de su cama, entre botellas de absenta y ampolletas de morfina.

Henri Toulouse- Lautrec fue quizá el artista fánatico número uno de la musa esmeralda. A la adicción de Lautrec por la absenta, tal vez le debemos una de las grandes aportaciones a la pintura: el encuadre fotográfico antes de lo fotográfico, la implementación de lo instantáneo y el movimiento a la escena pictórica. Otro gran artista como Edgar Degas no sólo pintaba bailarinas de ballet, también buscaba la naturalidad de sus personajes en situaciones decadentes y al mismo tiempo humanas. En su cuadro La Absenta retrata la levedad etílica de una pareja mientras la mujer bebe una copa del “hada verde”.

Aunque no lo creas, otro de los artistas que bebía absenta era Picasso. El hada verde no sólo volaba por los cielos franceses… también llegó a España, en donde Picasso la encontró. En El bebedor de absenta, obra del período azul del artista, Picasso retrató a su amigo de juventud Ángel Fernández de Soto.

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