Javier Bello lleva 37 años siendo conductor de autobuses y conoce todo el país debido a su trabajo. Es originario de Tlaxcala donde viven su esposa e hijos, quienes con el tiempo se han acostumbrado a sus ausencias de hasta por un mes, mientras él recorre todo el país en el autobús.

A pesar de esto, es un empleo que no cambiaría, porque en sus ratos libres tiene tiempo de conocer los lugares a los que viaja. Se siente orgulloso de conocer todo el país y reconoce que México es muy bonito y tiene mucha diversidad.

“La experiencia es bonita porque conoce uno lugares y gente, es bonito esto de la manejada, pero también se pierde mucho de la familia por andar en ello, yo me dilato hasta un mes para llegar a la casa”.

En temporada vacacional como ésta, es cuando más trabaja, sin asuetos ni permisos; puede descansar sólo unas horas antes de tener que partir hacia el siguiente viaje. Explica que así siempre ha sido su rutina y ya está acostumbrado a ella, no se queja ya que asegura que “así es la vida, unos deben de trabajar para que otros disfruten”.

“Son días muy movidos, me ponen los viajes seguidos, llego de un lado, descanso unas horas a lo mucho y me toca regresar y a ver a dónde me mandan, me ponen los roles juntos, como no hay muchos coches toca hacer muchos viajes”.

Él, dice, trabaja en estos días y toma vacaciones cuando todos los demás trabajan, momentos que aprovecha para ver a su familia, sus hijos y sus nietos, para pasar el mayor tiempo posible con ellos y también para descansar.

A veces le pesa todo lo que se ha perdido en la vida de sus hijos y recuerda con melancolía cuando ellos contaban los días para que llegara su papá y desde que cruzaba la puerta de la casa no se despegaban de él.

“Mi mujer está acostumbrada, ya sabe cómo es este menester de la chamba, así me conoció en esto de la manejada y ya se acostumbró a que más o menos cada 20 días vaya, mis hijos cuando estaban chiquitos le preguntaban ¿cuándo va a llegar mi papá, cuántas mañanas falta para que llegue? Me esperaban con mucha emoción y yo a ellos”.

Dormitorio adentro del camión. Ahora busca ver a sus nietos y poder disfrutar de una buena siesta en una buena cama, ya cuando trabaja se turna con otro chofer y mientras no le toca manejar, duerme dentro del camión y no logra descansar porque está en constante movimiento.

“Mi esposa luego me pide ir a tal lado y le digo que no, que me deje descansar, dormir, probar la cama bien, porque todo el tiempo dormimos aquí en el autobús y no es lo mismo dormir en una cama fija que dormir en una cama en movimiento y chiquita”.

Sus nietos de 3 años y un año y medio son lo más importante para él y busca pasear con ellos cuando no está trabajando, porque como decía su mamá “no se gozaron a los hijos, ahora se van a gozar los nietos”.

Peligros. Es un trabajo “que sí deja” y con el que ha logrado mantener a su familia, aunque acepta que con el tiempo se ha tornado más difícil debido a la inseguridad, ya que dependiendo el destino, viaja con cierta incertidumbre, sin saber si regresará, sobre todo cuando viaja a la zona norte del país o a otras zonas como Guerrero o Veracruz.

“La verdad quiero mi trabajo y siempre me ha dado para la solvencia de mi familia…uno viaja siempre con pendiente de a ver a qué hora sale alguien que lo quiera asaltar, pero prácticamente uno está expuesto a todo eso”.

Nunca ha sido víctima de asaltos o de inseguridad, pero sí le ha pasado que le apedreen el autobús en el sur del país debido a manifestaciones, comenta, algo que toma como parte de su labor.

Al concluir la entrevista —luego de disculparse por no dar más tiempo porque debe ir a cargar gasolina— insiste en que es un trabajo muy bonito, un poco ingrato por los grandes periodos lejos de casa, pero que le ha dado la oportunidad de conocer a su país.

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