En las últimas semanas ha circulado mucha información en torno a la forma correcta de votar por una coalición para evitar “desperdiciar” el voto. No existe inherentemente un voto correcto o incorrecto, sino votos más o menos informados, reflexivos y alineados con una visión específica. Sin embargo, la elección de determinado emblema tiene implicaciones más allá del triunfo de un partido u otro.

Tenemos un sistema electoral complejo, producto de las lógicas del sistema autoritario. En un país donde la maquinaria del Estado se utilizaba para apoyar a los candidatos del partido hegemónico, la posibilidad de acceder a espacios de representación o de gobierno por parte de las oposiciones pasaba, necesariamente, por una reforma electoral que limitara los efectos de sobrerrepresentación de los sistemas de mayoría relativa. Una serie de reformas sucesivas dieron como resultado un sistema electoral que combina la mayoría relativa con la representación proporcional en la integración de ayuntamientos, congresos locales, la Cámara de Diputados y el Senado de la República.

La mayoría relativa se utiliza para elegir a la o el candidato que haya obtenido el mayor número de votos. Así se elige la Presidencia de la República, las gubernaturas, la jefatura de Gobierno de la CDMX, 300 diputaciones federales, 64 de los 128 escaños del Senado, una parte de las diputaciones locales, las presidencias municipales y una parte de las sindicaturas y regidurías. En contraste, la representación proporcional busca asegurar que todos los partidos tengan una representación lo más cercana posible al porcentaje de votos que obtuvieron en las urnas. Este principio se aplica, a nivel federal, en la asignación de 200 diputaciones federales y 32 senadurías y, a nivel subnacional, de las diputaciones, regidurías y sindicaturas restantes.

Comprender lo que estamos eligiendo implica entender que no sólo estamos seleccionando a un candidato individual en un distrito específico, sino también contribuyendo a la configuración política más amplia de las cámaras legislativas. Cada voto tiene un doble impacto: local, mediante la elección directa de un representante, y nacional o estatal, a través del ajuste proporcional que busca una representación equitativa de todas las corrientes políticas. Sin embargo, eso no es lo único que está en juego. En México, el porcentaje de votos que un partido obtiene en la elección de diputaciones federales de mayoría relativa, además de definir el número de escaños de representación proporcional (los llamados plurinominales por el tipo de circunscripción en el que son electos) que le serán asignados, impacta en el monto del financiamiento público que recibirá, así como en tiempo en medios de comunicación.

El acto de votar trasciende la simple elección de un representante. No se trata sólo de una herramienta para modelar la composición legislativa; juega un papel central en la configuración del sistema de partidos.

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