Durante el segundo debate presidencial quedó evidenciado que cada espectador percibe el evento a través de un filtro personalizado que está influenciado por tres factores: la identidad, la identificación partidista o ideológica y el desempeño percibido de los candidatos.

El componente de identidad que abarca las características demográficas, socioeconómicas y culturales que definen a grupos específicos dentro de la sociedad puede vincular a los individuos con ciertos partidos políticos debido a promesas de políticas que favorecen a su grupo o por una tradición histórica de lealtad partidaria.

La identificación partidista o ideológica es producto de la socialización política, un proceso por el cual las y los ciudadanos adquieren y desarrollan creencias y valores que luego influyen en sus preferencias electorales. En el contexto del debate, los simpatizantes de un partido son propensos a interpretar el desempeño de su candidato de manera favorable, independientemente de su actuación real en el mismo.

El tercer factor es el desempeño percibido de los candidatos durante el debate. Las expectativas previas pueden determinar cómo se evalúa a cada candidato. Un candidato que supera las expectativas bajas puede ser visto como competente, mientras que otro puede decepcionar si no cumple con las altas expectativas preestablecidas.

Las posiciones encontradas con respecto al desempeño de las y el candidato son producto de esa percepción selectiva. Mientras algunos percibieron una Claudia Sheinbaum ganadora porque administró su ventaja, no se salió del guión ni aceptó provocaciones, otros percibieron una candidata lejana, con un discurso condescendiente y subordinada al presidente de la República.

Mientras sus partidarios vieron una Xóchitl Gálvez aguerrida y resuelta, sus detractores percibieron una candidata peleonera, sin propuestas y cobijada por los partidos tradicionales.

En otra pista, Jorge Álvarez Máynez sabe que se requiere más que marketing para ser competitivo pero está consciente de que de su campaña depende no sólo la presencia de su partido en el Congreso de la Unión sino el financiamiento público y el tiempo en medios de los próximos tres años.

Los estrategas de campaña saben que los contendientes deben adoptar estrategias que no solo resalten sus propuestas y competencias, sino que también conecten emocional y psicológicamente con diferentes segmentos del electorado.

Quienes vimos el debate preferiríamos que mostraran un dominio competente de los temas de interés nacional e internacional, demostrando que están preparados para asumir el cargo más importante del país, que no sólo prometan, que muestren un plan realista y claro para cumplir esas promesas. Los electores queremos saber no sólo cómo planean abordar los problemas actuales, sino también cómo anticipan futuros desafíos y, de ser posible, que mantengan un nivel de decoro y respeto. No es mucho pedir.

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