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Una vez a la semana o cada 15 días, dependiendo de la disponibilidad de los integrantes de Comida, no bombas, se reúnen para cocinar y repartir alimentos en las calles del centro de Querétaro y en los hospitales, algunas veces en la noche. Esa iniciativa les ha dado la oportunidad de convivir con personas en situación de calle, o con los indígenas que dejan su lugar de origen para venir a vender sus artesanías a los turistas.
“Verlos comer con gusto la comida y agradecidos, es lo mejor”, expresó César Enrique Paez Alfaro, uno de los impulsores para crear en Querétaro el colectivo Comida, no bombas, que celebró su primer aniversario el pasado fin de semana.
Comida, no bombas es una red de colectivos comunitarios a nivel mundial que se dedican a repartir alimentos gratuitamente a quienes carezcan. La idea surgió en Estados Unidos, y luego de conocer el trabajo que se hace en un comedor comunitario, César Enrique y algunos amigos decidieron crear un colectivo en Querétaro.
“Comida, no bombas se refiere a que en un mundo tan poblado de riqueza hay gente con hambre. La idea del colectivo surgió en Estados Unidos, en donde muchas veces se destina el dinero a armamentos y bombas nucleares, o cualquier arma de destrucción, en lugar de destinar ese dinero a las necesidades de la población, y eso también se ve reflejado en México, hay una fuerza policial inmensa y dejan de lado las necesidades básicas, como el alimento, y justamente si no hay comida si una persona no come no puede pensar bien, tener energía para estudiar o trabajar”, explica.
Al principio, confiesa César Enrique, “estaba muy negativo y pensaba que no iba a recibir respuesta y sólo íbamos a ser cuatro personas a lo mucho, yo mismo me sorprendí que había muchos compañeros interesados. Comenzamos siendo 10 personas y posteriormente se fueron agregando más”.
La comida se hace gracias a los donativos de los integrantes. Actualmente son 20 personas las que se suman al colectivo. En su mayoría son estudiantes de humanidades de la Universidad Autónoma de Querétaro, quienes, dependiendo de sus horarios, se encargan de preparar los alimentos o de repartirlos.
“Si sólo pueden ayudar una hora, está muy bien. Y no únicamente puedes integrarte para hacer comida o repartir alimentos, puedes participar de otras formas, como compartir información de las actividades; por ejemplo, el logotipo que tenemos del colectivo, lo hizo una persona que no participa en la cocina, pero se sumó a la iniciativa como su trabajo de diseño”.
César Enrique Paez Alfaro es egresado de la licenciatura en Historia y ahora estudia Antropología, pero la cocina siempre le ha gustado, y con el trabajo en el colectivo ha adquirido más conocimientos. “Desde hace mucho cocino, lo disfruto mucho, pero nunca había cocinado en grandes cantidades”, dice.
Para el futuro del colectivo esperan que más gente se pueda sumar, la invitación está abierta para cocinar, repartir comida, colaborar con algún donativo en especie o efectivo e incluso compartir la información de sus actividades, “todo es importante”, agrega César Enrique.
El primer aniversario lo celebraron regalando comida, conviviendo en medio de música y poesía, en un evento que se realizó en la Casa Obrera.