Llegó para fortalecer el proyecto del Museo Regional, en 1989, así comenzó la relación de Manuel Oropeza con Querétaro, relación que hasta el día de hoy se mantiene viva. Oropeza recibirá un homenaje este miércoles 6 de octubre en el Museo Nacional de Antropología, recinto que vio nacer y en el cual se inició como museógrafo.

En la Feria Internacional del Libro de Antropología e Historia se realizará el homenaje, de 11 a 13 horas, y se podrá ver en la página web de la misma. Participarán Diego Prieto, director del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH); Rosa Estela Reyes, del Centro INAH Querétaro; la restauradora Marisa Gómez y Gabriel Hörner, director del Museo de la Ciudad, quien adelantó que en Querétaro también se prepara un evento para reconocer la labor del museógrafo, actor y director de teatro.

Sus inicios como museógrafo

Manuel Oropeza estudiaba la carrera de Química en la UNAM, al segundo año dijo: “¿Yo qué hago aquí?” y pasó a Historia, en Filosofía y Letras de la UNAM. Luego cayó entre puros museógrafos, en un proyecto que se anunciaba como un gran impacto para el país, el Museo de Antropología.

“Comencé a trabajar de golpe y porrazo”, platicó Oropeza, en entrevistas previas.

En la Sala de Etnografía Maya, “trabajaba con varias personas y todo el equipo nos fuimos a Yucatán, a Campeche, Quintana Roo y Tabasco, a hacer colecciones para las salas de los mayas; estuvimos tres meses, recorrimos todo, trajimos todo, hasta una casa se me ocurrió que se podía venir completa, para qué andar trayendo fragmentos, dije, pues de una vez la casa completa y sí, ahí está completa”.

Al regreso de uno de sus viajes, le anunciaron la creación de la Sala de Introducción a la Etnografía, en la cual estaría trabajando de tiempo completo hasta que se abrió el museo, el 17 de septiembre de 1964.

Oropeza describe la creación del Museo de Antropología como una aventura. “Fue una experiencia única e irrepetible. Llegamos a ser 4 mil gentes, era todo un mundo y todo mundo estaba en lo suyo, pero a la vez sabías que estabas construyendo algo junto con otros 3 mil 999”.

En medio del trajín vio trabajar a Rufino Tamayo, a los hermanos Chávez Morado, Pablo O’Higgins, entre otros artistas; también llegaron técnicos teatrales, extras de los estudios cinematográficos que apoyaron en algunos trabajos de limpieza.

También fue una grata experiencia ver llegar “el monolito de Tláloc, una escultura que todavía no se acaba de desprender de la roca madre. Y otro acontecimiento fue llevar la Piedra del Sol y El Paraguas, todo México sabía que ahí estaban nuestros tesoros nacionales”.

A Querétaro llegó en 1989 para renovar el Museo Regional, donde permaneció hasta 2002 y después colaboró para el Museo de la Restauración de la República, Museo de los Milagros en Soriano, Museo del Cine Rosario Solano, Museo de la Máscara en Bernal, Museo del Agua y el Museo de la Conspiración. Y mantiene una estrecha relación con el Museo de la Ciudad.

Además del lenguaje museográfico, Oropeza maneja el lenguaje teatral, su otra pasión, en donde también ha vivido grandes aventuras. Cuando la Casa del Lago de la UNAM lanzó la convocatoria para formar un grupo de teatro, Oropeza acudió y desde entonces el teatro es parte importante de su vida.

A llegar a Querétaro se contactó con la comunidad teatral de la ciudad y en 1994 formó parte de El Mitote, donde montó obras como Misterio Bufo de Darío Fo, La Aurora, Noticias de la Sierra Gorda, Coral de Sombras y Fin de Siglo.

También integró el grupo Arlechino, con el que presentó a principios de 2014 el Congreso sexual de Ödön von Harvath, que el mismo Oropeza tradujo. Como actor se recuerda su interpretación en Volver a Querétaro, obra de LEGOM llevada a escena con la dirección de Uriel Bravo.

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