“Todas las composiciones en el jazz sólo son excusas para improvisar; cada canción está compuesta por solos, improvisaciones grupales y silencios. Es todo un evento comunicacional”, explicó el productor y baterista argentino Hernan Hecht, acerca de este género nacido a finales del siglo XIX en los Estados Unidos.

De acuerdo con él,  la improvisación se ubica al centro de sus presentaciones como elemento esencial. Para explicarlo utilizó la metáfora de un encuentro casual entre amigos, quienes en la charla de sobremesa parten de un tema base que se va modificando conforme surge el intercambio de ideas.

En este proceso creativo de improvisación, los silencios son espacios claves para el diálogo. “La música es un sistema de comunicación que requiere de los silencios para que el otro se pueda manifestar. Es una manera de establecer un código básico a través del que se promueve el respeto y la escucha, sólo así se podrá continuar armoniosamente con la música”, manifestó.

Otras de las características de este género es la permanente interacción y colaboración musical que se genera entre bandas. “Es necesaria la movilidad en el jazz, porque si siempre te sientas a hablar con los mismo amigos, te aburres”, dijo.

Para su presentación en Querétaro, el proyecto personal del argentino, Hernan Hecht X- PRESSIÓN Quartet, reunió a Arón Flores y Federico Sánchez en la guitarra, además de Alonso López en el contrabajo.

El gusto por el género.

En su proceso creativo, El arquitecto del ritmo, como lo ha llamado la Fonoteca Nacional,  siempre busca profundad estética y conceptual. Su inspiración no proviene de un lugar en concreto, a veces es el inconsciente el que se manifiesta.

“Me gustaría erradicar un poco la idea de que la composición en el jazz es como la de los cantautores. En este género las relaciones sonoras son abstractas y a veces mucho más cercanas a la emocionalidad del ser, eso hace que cualquier cosa que diga no tenga una forma concreta. Es como un sueño, no puedes explicarlo de una manera lógica, tienes que saber que a veces no tiene sentido”, argumentó.

Contrario a lo que se piensa, el autor asegura que todas las personas están dispuestas a escuchar jazz y otros géneros musicales a los que su tímpano no está muy habituado, siempre y cuando sean expresiones honestas. Además, no requieren de un capital cultural específico para hacerlo, es suficiente con abrirse a esta experiencia estética.

“La experiencia del jazz despierta al niño interior y cuando eso pasa todo está bien. Cuando podemos alejarnos del adulto que sólo piensa en dinero o en su status social, nos divertimos y conectamos con esta música hasta lo profundo”, aseguró.

Considera que gracias a plataformas pequeñas se puede promover el género y otras propuestas musicales de manera más directa y real, sin tantos intermediarios que impidan una experiencia integral.

“No concuerdo con estar en un escenario tocando para 50 mil personas a un volumen ridículo, cuando el jazz posibilita generar experiencias como aquí (…). El micrófono comunica algo que es procesado por alguien que interpreta otra cosa y finalmente escuchas todo apretado y sin oxígeno. La sensación de estar al lado de los instrumentos es mucho más movilizadora que a través de un amplificador”, concluyó.

arq

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