Desierto, de Jonás Cuarón, película que se va a los extremos, siempre y en todos los sentidos.

Al extremo del conflicto migratorio en México y Estados Unidos, al presentar a un grupo de migrantes que quieren cruzar la frontera y se topan con un gringo mata mojados.

El cazador de ilegales es Sam (Jeffrey Dean Morgan) y Moisés (Gael García Bernal) es la liebre humana. Trama sin complejidades, con mexicanos pobres que son ‘venadeados’ por estadounidenses también pobres, pero no tanto.

Desde el comienzo de la historia la cosa es clara: quien lleva las de ganar es quien carga un rifle de mira telescópica, paliacate para el sudor, catinflora con agua, sombrero para hacer sombrita y apuntar mejor, además de un puro para festejar el triunfo.

Por si algo faltara, un perro, pastor alemán, feroz como su dueño, pero más listo que el hombre, obediente y certero, cual máquina de matar.

Quienes llevan todas las de perder son los mexicanos, quienes no cuentan con más que sus pies para correr, calzados con tenis de Soriana, gorrita beisbolera, garrafón con cinco litros de agua de la llave y mochila de niño de escuela secundaria.

La primera escena es sólo prólogo, el preámbulo de la tragedia que está por suceder. Un grupo de mexicanos viaja como pollos en la caja de una camioneta, conducidos por polleros.

Moisés carga, como único acompañante, un peluche que chilla y/o canta. Un viejo Lotso de Toy Story 3 versión migrante.

Es la segunda vez que Moisés cruza la frontera, pero esta vez va acompañado de una jovencita (Alondra Hidalgo) que es acosada sexualmente por su pollero, un chamaco (Diego Cataño), aprendiz de pollero y un muchacho, gordito, poco preparado para la vida, tan indefenso como el osito de peluche de Moisés.

Porque el mal de uno es el mal de todos y porque entre mojados, la desgracia y el hambre hermanan, Moisés jala con quien puede, cuando se trata de correr y correr y más correr.

Cinta ubicada en el extremo de la geografía, en el corazón del desierto, en la nada, un lugar donde Dante, el mismo de los círculos del infierno, se hubiera puesto a chillar de lo salvaje del ambiente. Piedras, polvo y mucho silencio.

Lo más cercano a Desierto es Caza bajo el sol (2014, de Jean Baptiste Leónetti) con Michael Douglas como cazador y Jeremy Irvine como liebre humana. Pero en Desierto no es sólo un juego, es un duelo alevoso con implicaciones morales y políticas.

En Desierto, Jonás Cuarón se refugia en el cine de acción y suspenso, para exponer un drama harto conocido para los mexicanos: el de los migrantes.

Cine de género que entretiene y al mismo tiempo angustia, que indigna por lo injusto que puede ser la vida.

Si en Gravity, del Alfonso Cuarón, coproductor de Desierto, es el universo contra el hombre, en la película de Jonás Cuarón, es el hombre contra el hombre y la naturaleza nada más mirando, testigo mudo de la maldad humana al extremo.

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