Hablar de foto para Margara de Haene es algo familiar. De lado paterno, sus abuelos, originarios de Bélgica, tenían un gusto muy especial por la fotografía. En la historia materna, la familia de Cárdenas, Tabasco, dedicada a la moda y la costura, mandaban por un fotógrafo de Villahermosa, cada semana, para que retratara a las niñas con sus vestidos nuevos.

Margara tiene como recuerdos de infancia, ver a su padre revelar las fotos en casa, casi como un acto mágico; la imagen de la luz roja mientras las fotografías flotaban en la tina, es inolvidable. Por eso dice que fue la foto quien la abrazó a ella, hasta convertirse en su pasión. Amigos y familiares la recuerdan cargando su cámara a todos lados y así sigue, dice que siempre está en espera de hacer la mejor fotografía.

50 Años de poemas visuales

Con la exposición Travesía, Bitácora Visual, que se encuentra en el Centro de Arte Bernardo Quintana Arrioja, Margara de Haene celebra 50 años dedicada a hacer poemas visuales, que es como define su trabajo fotográfico. La exposición no es cronológica, incluye fotos pero también piezas de arte objeto y el tema es la propia fotógrafa, su proceso creativo, su fascinación por la naturaleza y los detalles.

Originaria de la Ciudad de México, realizó sus estudios en Comunicación y se doctoró en Historia del Arte. Se ha dedicado a la fotografía de naturaleza y paisaje. Experimenta con heliograbado, placa de cobre, paladio platino, cianotipia, papel salado, goma bicromatada y tinturas naturales. Desde 1990 trabaja en la UAQ y a partir del 2012 coordina el Laboratorio de la imagen, proyecto de creación experimental, reflexión y crítica en la que participan estudiantes, egresados y académicos.

En entrevista con EL UNIVERSAL Querétaro la poeta visual hace un recuento breve de su travesía.

¿Cómo inicia su historia en la fotografía?

—En casa. Desde niña toda mi memoria es fotografía, a mis padres les gustaba tomar fotos, como a mis abuelos. El papá de mi papá que era de Bélgica, mi apellido viene de Bélgica, traía esa tradición europea de la fotografía en blanco y negro, de hecho estuvo trabajando como periodista, se llamaba Gregorio de Haene; mi padre tenía un álbum muy cuidado de fotografía, con fotos de su padre, madre, su abuela, a mí esto me llamaba mucho la atención. Y mi madre que era de Cárdenas, Tabasco, era de una familia de costureras y modistas, por eso cada semana, mi madre y su hermana estrenaban vestido y mis abuelos mandaban traer al fotógrafo de Villahermosa, para que les hiciera la foto con el vestido nuevo, eso me llenó de curiosidad y de emoción, porque yo veía la importancia que le daban a la fotografía. Luego yo, de niña, veía a mi padre que hacía fotografía en la casa y revelaba las fotografías en la tina, o donde pudiera, yo tengo este recuerdo de la luz roja y fotos flotando en la tina del baño, es un recuerdo de infancia.

¿Y su primera cámara?

—Mi padre siempre tuvo muy buenas cámaras y a los 17 años me regaló una Pentax Asahi que todavía recuerdo, pero primero yo usaba las cámaras de él, cuando salíamos siempre estábamos tomando fotografías y las revelábamos juntos. La Pentax me la dieron cuando fui a la universidad y todo mundo me recuerda con una cámara colgada y así sigo. Así me inicié. Estudiaba Comunicación y me acababa todo el papel del laboratorio y así me he seguido toda la vida.

¿En qué momento decide abrazar la fotografía y comenzar su propia historia?

—He estado pensando eso ahora que he revisado todos mis archivos, todas mis imágenes, y creo que la fotografía me abrazó a mí y me siento bendecida y afortunadísima, porque reconozco de dónde viene y viene de mis ancestros. Yo agradezco que la fotografía me haya abrazado a mí y que yo haya podido corresponderle a la fotografía, porque ahí voy, yo todavía siempre estoy esperando a hacer la mejor fotografía, todavía sigue mi travesía, realmente siempre estuvo conmigo, yo creo que desde bebé, desde niña, no hay un momento en el que yo hubiera dicho: Quiero ser fotógrafa. Siempre he sido fotógrafa.

¿Qué encontró al revisar sus archivos y cómo fue la selección para la exposición?

—Fue un viaje ver todo lo que tenía, que dije: Dios mío, a qué hora hice tanta cosa. Una decisión que tomé es usar las fotos que estaban en mi casa y conmigo, porque hay muchas que he vendido o que están en colecciones, en museos, etc. Ya tengo tanto aquí que mejor no pido nada, todo lo que está aquí, estaba en mi casa y hay tantos recuerdos.

¿Por qué el título de Travesía para su retrospectiva?

—No es cronológico, por eso le puse Travesía y yo no siento que sea una retrospectiva porque yo sigo viajando, no es que aquí me detuve y veo atrás, sigo en el viaje de la fotografía y decidimos no hacerlo cronológico ni por temas, porque hacerlo por temas implicaba que organizara todas mis imágenes de otra manera y creamos una especie de poemas visuales, en algún momento dado pensé en ponerle poemas, pero no, porque la poesía visual está propuesta como están acomodadas las imágenes.

Platica que para su familia era muy importante la foto, tanto que mandaban a traer el fotógrafo cada semana. ¿Hoy qué importancia tiene la foto en la sociedad, sobre todo con todas las herramientas digitales?

—Muchísima, estamos invadidos por fotografías, la realidad nos lleva por la imagen y en todo este mar de imágenes lo importante es darle sentido, cada quien le da sentido, puede ser que lo hayas tomado con tu iPhone el chiste es que no se escape en el mar de imágenes y darle sentido.

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