Josué Cabello Paulino lleva en la sangre el amor al deporte nacional por excelencia: la charrería. Desde que tiene memoria, su corta vida ha transcurrido entre montas, y hoy —a sus 11 años—, cuenta con el primer lugar a nivel nacional en jineteo de novillos.

A su corta edad, Josué se ha ganado el respeto y reconocimiento de jinetes de renombre y la admiración de su familia, pues ha combinado con éxito su entrenamiento en los lienzos con sus estudios, lo que le ha formado como un joven responsable, con temple y entusiasta, refieren sus orgullosos padres.

Exaltación, emoción y nerviosismo nacen en el pequeño Josué cada vez que está en el cajón del ruedo a la espera de que el toro sea preparado con el pretal, que le servirá de sujeción. Los sentimientos se disipan como una explosión interna cuando el jinete se dice listo para que se abran las puertas y empiecen los reparos.

“En esos momentos es importante la concentración, armarse de valor para aguantar los reparos, domar al novillo y lograr bajar en pie con el pretal en la mano”, comenta el joven sanjuanense con una expresión de madurez, seriedad, que desentona con su tierno rostro infantil.

Proveniente de una familia charra, Josué y su hermano Rodrigo conocieron los caballos mucho antes de empezar a caminar. Su padre, Rodrigo Cabello, los llevaba consigo en las montas cuanto participaba en los torneos locales, por ello es que no crecieron con el temor hacia los ruedos.

Rodrigo, el mayor de los hermanos, heredó de su padre el gusto por las faenas a caballo; destaca también a nivel estatal en las suertes de colas, ternas y manganas a caballo; cuenta con el cuarto lugar en la entidad en charro completo en categoría “dientes de leche”

Pasión peligrosa

El más pequeño, Josué, se inclinó por los toros, preferencia que no fue del agrado de su madre, Elsa Paulino, quien en un principio dudó en permitirle jinetear, cediendo más tarde al notar el talento y capacidad de su hijo.

“Este deporte, como todos, tiene sus riesgos. Como mamá no me gustó en un principio que tomara este camino, menos en la monta de toro, pero es algo que le gusta mucho, Josué se ha preparado y es muy responsable, sobre todo perseverante, porque no se desanima cuando lo tiran los toros” comenta Elsa.

A los cuatro años comenzó a realizar sus primeras faenas en el ruedo sin la presión de tener que participar con alguno de los equipos charros existentes en la región.

El niño lo hizo sólo por gusto, por convivir con los suyos y por la atracción que le provocaban los novillos.

Sus primeras montas las hizo acompañado por sus padres y experimentados charros, pero apenas en 2015 comenzó su entrenamiento bajo el cobijo de la asociación charra Regionales de San Juan y su destreza fue tal que en menos de un año el niño ya estaba participando en torneos estatales y nacionales en su categoría.

Su primera hazaña la logró en el Torneo Estatal Charro, obteniendo el primer lugar en jineteo de toro en la categoría “dientes de leche”; luego en el Nacional Charro repitió el galardón.

Programa sus prioridades

Las tardes de lunes y martes las dedica el joven charro a su entrenamiento, así que debe concluir temprano sus deberes escolares, o de lo contrario, no hay permiso para ir al lienzo, comenta su mamá

Las vacaciones se las dedica a la preparación completa. De lunes a viernes, de nueve de la mañana a dos de la tarde y de cuatro a las siete de la tarde, así que el joven deja el ruedo al caer el sol.

Como cualquier jinete que comienza en estas andanzas, el pequeños Josué ha mordido el polvo en varias ocasiones al salir disparado del lomo de los toros para luego, con tesón, levantarse, sacudir sus ropas y regresar al cajón con determinación.

“No es algo que me moleste, me gusta mucho entrenar, aunque tampoco es como estar jugando, porque tienes que escuchar las instrucciones para estar seguro, pero a mí me divierte y cada que me caigo me dan ganas de hacerlo mejor”, explica.

Ninguna monta es igual. Cada vez que Elsa ve a su hijo menor preparándose en los cajones para su turno, la madre prefiere pensar en positivo, confiar en las horas de entrenamiento que harán que Josué sepa cómo domar al toro o cómo protegerse si le sale muy bravo.

Son sentimientos encontrados, dice Elsa, porque sabe que la faena es peligrosa, pero también que esto es lo que a su hijo le gusta hacer. “Al final es satisfactorio ver la pasión que desborda en el lienzo, ver su valentía, sencillamente me doy cuenta que le gusta y no me imagino truncando sus sueños sólo por mis temores”.

Por los riesgos que implican las montas de toro, los padres de Josué le han recomendado dedicarse a otra suerte dentro de la charrería, pero el preadolescente de 11 años se niega a abandonar el jineteo, no por capricho, sino porque está seguro de su capacidad y talento y también de los beneficios que le generan en su vida cotidiana

“Siento que me ayuda a concentrarme, a tener más control sobre mis emociones, me gusta simplemente, me da mucha seguridad”, explica el pequeño con mucha pasión, con seguridad.

Gabriel Valenzuela entrena todas las semanas a este jinete de corazón y ve en él un futuro prometedor. Al final de este mes harán una pausa en la preparación, pero en enero continuarán las montas para que Josué mejore sus tiempos y logre colocarse nuevamente en el pódium en las próximas competencias de 2017.

Deporte caro

Hace unos días que la charrería fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, reconocimiento obtenido por tratarse de una manifestación de diversidad cultural que nació a la par del esplendor de las haciendas y su actividad ganadera.

Las suertes charras tienen antecedentes en las montas que jinetes con destreza realizaban para lazar a los animales en las labores de conteo, separación y marcaje del ganado durante sus traslados.

Aunque en un principio estas faenas fueron simplemente parte de la producción ganadera, luego se formalizaron como una actividad deportiva y cultural, pero que tiene costos muy elevados.

La crianza y preparación de caballos, su mantenimiento, compra de sillas de montar, reatas, y la confección de los trajes charros ya sea de faena, de media gala o de gala, son complementos del charro mexicano que no cualquiera puede solventar.

Los padres de Rodrigo y Josué han permitido que sus hijos se dediquen a lo que más les gusta, pero sin descuidar los estudios para poder terminar una carrera profesional más adelante.

La familia prevé que continuarán fomentando esta tradición mexicana, la cual han practicado con orgullo durante muchos años, y que ha encantado ahora a sus hijos.

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