Querida “R.” Como sabes, hay causas por las que vale la pena luchar; la más importante, sin duda, tu propia vida. A fin de vivirla a tu manera deberás oponerte —una y otra vez— a vivir la vida, las aspiraciones y los sueños de otros.

Esa oposición en sentido pleno debe sustentarse en la afirmación de convicciones, principios y valores, que no son intercambiables, ni tampoco negociables. Ese tipo de oposición congruente y constructiva, debo advertirte, lleva años ausente en el devenir de “La Cosa Pública”.

El mensaje

El espacio “ganado” por la oposición en “La Cosa Pública” es muy cuestionable; tanto, como los tipos de opositores. Su punto de referencia, invariablemente y más allá de colores partidistas, lo constituye el poder. Durante muchas generaciones hemos visto como nuestra clase política opta por esgrimir la moral cuando está en la oposición; y, una vez instalada en el poder, recurre al autoritarismo.

Hemos convivido mayormente con una oposición edificada desde la contraposición: ocupada en descalificar, estorbar y descarrilar proyectos de gobierno; en todo, menos en proponer, en dialogar y en sostener una visión de país.

Su corta postura y la pequeñez de sus dirigentes —acompañada de nuestra pasividad— ha contribuido a la construcción de una narrativa que lo mismo enoja, desalienta y paraliza; facilitándole la tarea a “la mayoría dominante del momento” e instalándonos a nosotros, a los ciudadanos, en medio del vaivén de un lenguaje de adversarios: de extremos que no se tocan; del “yo siempre” y del “yo nunca”; de malos y peores.

Este tipo de oposición ha enarbolado un triste ideario cimentado en la descalificación, menoscabando la trascendencia del debate público: “ni los veo, ni los oigo”, “cállate chachalaca”, “haiga sido como haiga sido”, “Riqui, riquín, canallín”, “chairos”, “fifís”, “la innombrable”, “la señora X”, “botarga”, “dama de hielo”, “calca”, “narcopresidente”, “narcocandidata”, “un verdadero hombre nunca habla mal de López Obrador”.

Es cierto: “La Cosa Pública” ha echado de menos una oposición construida por relación. Una oposición capaz de relacionarse en sentido amplio: con los temas de interés nacional y con los asuntos que interesan en las mesas de los ciudadanos; una capaz de relacionarse con la agenda del gobierno en turno —misma que supervise, acompañe, cuestione y mejore—, en vez de refugiarse en la comodidad del distanciamiento y la intransigencia.

La “Cosa Pública” está urgida de una oposición disciplinada, propositiva y congruente —sin miedo a perder— que piense más allá de la próxima elección: que discierna y asuma sus propias motivaciones; que resista con entereza desde sus propias convicciones; que defienda con argumentos sus ideas; que critique y, sobre todo, que proponga mejores caminos a los establecidos; que “ponga en común” y despierte interés por lo público.

La despedida

Querida “R”: en el camino descubrirás que tus “no”, serán más definitorios e importantes que tus “sí”; ejércelos. Sé oposición en sentido pleno, sé protagonista de tu única vida y por favor involúcrate con “La Cosa Pública” para mejorarla.

La firma

Tu amigo: “El Discursero”

P.D. En espera de una próxima carta, deshazte del sobre amarillo.

Google News