Andrea Piloni observa a Mauricio Islas, su hijo, mientras nada en la alberca del parque Querétaro 2000. Su entrenadora, María Dolores Canseco Rodríguez, toma su tiempo.

Mauricio, junto con Carlo Ibarra, son dos jóvenes nadadores paralímpicos, medallistas en olimpiadas nacionales para personas con discapacidad que encuentran en la natación una forma humana de crecer.

Mauricio y Carlo se someten a una prueba de control de tiempos para conocer su estado para competencias, que se vieron suspendidas por la emergencia sanitaria de Covid.

Carlo participó en la Paralimpiada Nacional en 2019, en Colima, en donde ganó cuatro medallas de oro y una de plata.

Nadadores paralímpicos, a enfrentar la falta de infraestructura para personas con discapacidad
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Mauricio, en tanto, dice Andrea, ha participado desde 2015 en paralimpiadas nacionales. En todas ha ganado medallas. En 2018 y 2019 también participó en el triatlón, no ganó medallas, pero fue una buena experiencia. Corrió en silla de ruedas, bicicleta y nadó. “Ha sido toda una aventura”, señala.

Mauricio tiene parálisis cerebral. Tuvo asfixia al momento de nacer. Hace ocho años, recuerda Andrea, lo atropelló en el Querétaro 2000 una pipa de riego, mientras andaba en bicicleta, dañándole los arcos ilíacos, así fractura de tibia y peroné.

El accidente lo mantuvo seis meses en el hospital, donde fue sometido a 20 operaciones. Lo más grave, se le desprendió la pelvis de la columna; los médicos decían que Mauricio no volvería a caminar, pues tuvo daño en la médula ósea.

“Es un milagro que esté vivo, porque no le daban vida. Nos dijeron que no iba a caminar, pero ya pudo volver a caminar. La alberca le ha ayudado mucho. Anterior al accidente nadaba, pero después del accidente le sirvió mucho para rehabilitación”, precisa.

Mauricio, próximo a cumplir 22 años, nada dos horas diarias, de lunes a viernes. Su madre dice que tiene una fuerza increíble, que les ha enseñado.

“Él no se queja. Algo que nosotros le queremos aprender es que no se queja. Sí, estaba muy enojado cuando el accidente, pero emocionalmente, las competencias lo ayudan mucho.

“Cuando salió del hospital los doctores le dijeron que no iba a volver a caminar. Mi otro hijo lo levantaba. Ha sido su actitud para salir adelante. Es un ejemplo de vida para nosotros”.

Andrea dice que su hijo quiere seguir compitiendo, además de retomar su escuela, que suspendió por la pandemia. Por internet también ha sido complicado, pues para personas con discapacidad, las clases virtuales se complicaron aún más.

“Seguimos en un país en pañales. No tenemos infraestructura para personas con discapacidad, pero tampoco escuelas para chicos con discapacidad. Necesitamos apoyo, en ese sentido, para chicos con discapacidad en edad escolar. Él quiere seguir entrenando, él quiere seguir haciendo cosas.

“Además, quiere volver a ir a paratriatlón, porque nunca había volado en avión. Fue la competencia en Chetumal (Quintana Roo) y sueña con seguir volando y todas estas experiencias nuevas”, precisa.

Rodrigo Ibarra, padre de Carlo, lo observa mientras nada de un lado a otro de la alberca.

Explica que el joven tuvo un problema vascular a los seis-siete años y ello le afectó la médula ósea, teniendo consecuencia en la movilidad de las piernas.

“No puede mover sus piernas. Tiene algo de sensibilidad, pero es una cuestión vascular a nivel de médula, que le presiona la médula y eso le dañó el cono medular y afecta la parte motora de las piernas”, explica.

Rodrigo nada desde niño, pero le gustó mucho la disciplina. En su escuela entró a un equipo de natación, principalmente para tener una actividad, más que para competir. Luego tuvo complicaciones en su salud.

Conocieron a la nadadora paralímpica Paty Valle, pues su hija iba en la misma escuela que Carlo. Lo vio nadar y notó potencial en él, entonces decidieron tener un contacto formal con la natación.

Carlo ha competido en estatales, pruebas de exhibición para cronometrar tiempos, hasta llegar a la paralimpiada nacional de 2019. “Toda la familia se empezó a meter con él, en el sentido de la natación, pero vino la pandemia, todo se cerró, no ha podido competir.

“La última competencia que tuvo fue en marzo del año pasado, en Cancún, que fue el Abierto Nacional de Natación. Ahí cronometró los tiempos. Ya tenía los tiempos para ir a los Panaparamericanos Juveniles que iban a ser en Bogotá, Colombia, el año pasado, pero se han ido aplazando”, enfatiza.

Toda la familia, incluidos sus abuelos, lo acompañan a las competencias. Rodrigo dice que así será siempre, hasta donde Carlo decida seguir.

Además de su actividad deportiva, Carlo estudia la secundaria, está por ingresar al tercer año, con un promedio de 9.6.

Su sueño es llegar a estudiar Biología Marina. “Sí él quiere habrá que buscarle dónde. Aquí, en Querétaro, no hay dónde estudiarlo, pero hay que buscarle las opciones”.

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