Jalpan.- Un día después de la llegada de los migrantes provenientes de Estados Unidos, Jalpan de Serra despierta en calma. Las familias pasean en la plaza principal, otros hacen trámites en la presidencia municipal, como J. Guadalupe Vega, quién viaja cada medio año a trabajar a Estados Unidos, contratado por una empresa. A diferencia de sus hermanos, quienes residen en Texas desde hace 20 años, pero de manera ilegal.

Lupe pasea en el jardín principal de Jalpan. Va acompañado de una menor. Se sientan en una jardinera, donde olvidan un folder con documentos de él para tramitar su visa de trabajo, que expiró y que necesita renovar.

El folder lo recoge una joven y lo lleva a las oficinas municipales, donde Lupe acude unos minutos después a recogerlos. Los empleados bromean con él. Le dicen que ya iban a llamar a su casa para decir que tenían sus papeles. El incidente causa gracia entre todos, pues todos en Jalpan se conocen.

En calma, recibe Jalpan visita de migrantes
En calma, recibe Jalpan visita de migrantes

Lupe va a trabajar a Dallas por siete meses al año en el campo. Va contratado por una empresa. “Nada más voy a trabajar temporalmente, entre seis meses y medio, siete meses. Luego me voy otra vez cuando me hablan, me voy para allá. La compañía me habla cuando se viene el trabajo, en cortar hierba”, indica.

Apunta que la vida en Estados Unidos es dura, pues todos los días es de trabajar, desde que amanece hasta el atardecer. Eso es desde que llega a su estancia hasta que regresa nuevamente a Querétaro.

Su empleo es de lunes a viernes, pero fines de semana también trabaja con algunos conocidos, para ganar un dinero extra, para mandar dinero a su familia, pues aún tiene hijos que dependen de él.

Tres de los hermanos de J. Guadalupe también están en Estados Unidos, dos de ellos en la misma ciudad de Dallas, y uno de ellos en Florida, pero por cuestiones migratorias no puede venir a México. J. Guadalupe tiene visa de trabajo, por lo que puede ir y venir.

Dice que estos días, cuando regresa a su tierra, con su familia, siente mucha felicidad, pues vuelve a verlos y estar a su lado.

También ve a sus conocidos y amigos, pues como trabaja ocasionalmente como taxista lo conocen bien en Jalpan, por lo que muchas personas lo ubican, además de que labora como albañil, chofer, los meses que está en Jalpan, pues debe de sacar para la manutención de su familia.

Lupe, hombre de mediana edad, explica que no quiere irse definitivamente a Estados Unidos porque tiene aquí a su familia. Si pudiera llevarse a toda su familia, apunta, se iría definitivamente a Estados Unidos, o si ganara bien aquí, no se iría lejos de su familia.

Señala que en Texas no hay tanto racismo o discriminación, como en otros estados, como Atlanta o Luisiana. En el estado de la Estrella Solitaria, y que hasta hace siglo y medio se escribía con “J”, no sucede esto. A lo mucho, dice, si un policía detiene a un migrante sin papeles, lo multan por conducir sin licencia.

Lupe sigue con su camino. Toma a la menor de la mano y caminan por la acera, bajo la sombra de las construcciones antiguas que rodean el jardín principal. Es casi mediodía y muchos de los migrantes que llegaron la noche previa pasean en el centro del pueblo. Las pick ups con grandes llantas y equipos de audio poderosos, pasan de un lado a otro.

Ir y venir de camionetas

Las camionetas full size se detienen en los costados del jardín. Los dueños bajan y compran una nieve, una paleta, y regresan a la camioneta, arrancan y encienden el radio, que deja escuchar canciones de grupos norteños.

Algunos otros migrantes, los de más edad, salen a pasear con sus familias, acuden al templo, pasean por el jardín, compran nieves para todos, elotes. Caminan más tranquilos, sin llamar la atención, más relajados. Caminan y no pasan muchos metros para que se encuentren con algún conocido, con alguién que los saluda después de muchos años de no verlos, de no saludarlos. Platican unos momentos y siguen su camino.

Migrantes devotos

Algunos otros acuden al templo a persignarse, a dejar un diezmo, cuyos sobres fueron colocados en la entrada de la iglesia, donde los migrantes, muchos de ellos devotos, acuden.

Hay más gente en las calles que en días anteriores a la llegada de los migrantes. Muchos jóvenes aprovechan para saludar a las chicas que pretenden y pasean por las calles. Hay más bullicio, más movimiento. Incluso en los negocios hay más clientes. Un minisuper local, con su surtido atrae a la clientela. La joven cajera, de cabello negro corto, y figura esbelta, atiende a los compradores apenas sin verlos.

En uno de los hoteles, el personal que resguardó la caravana migrante por la mañana desayuna, preparándose para salir a Querétaro, para seguir cumpliendo con sus labores.

Una docena de policías estatales almuerza antes de salir a Querétaro para otras nuevas tareas. De igual forma personal del gobierno del estado deja Jalpan de Serra, y poco a poco la localidad se queda en calma, que sólo se rompe por el rugir de una camioneta con motor de ocho cilindros.

El pueblo que recibió a sus paisanos, menos que el año pasado, dicen algunos, retoma su calma, aunque unos días más tendrá a sus hijos pródigos, hasta que los primeros días de enero vuelvan a Estados Unidos, partiendo con nostalgia hacia la frontera norte del país.

bft

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