El frío cala fuerte en el salón Ejidal de Puerta de Palmillas. Bajo las cobijas encimadas duermen todavía algunos de los 171 migrantes centroamericanos que el martes pernoctaron en esa comunidad, del municipio de San Juan del Río, en Querétaro. Son originarios de países como Honduras, Guatemala, El Salvador y Nicaragua.

Es un grupo que entró al país hace 16 días y viaja sin separarse, para cuidarse unos a otros, sobre todo por los niños y las mujeres que van con ellos.

Pese a las condiciones, haber dormido en ese salón —aseguran— fue mucho mejor que la noche anterior, cuando tuvieron que hacerlo en una gasolinera.

Llegaron la tarde del martes. Estaban caminando sobre la autopista 57, México-Querétaro, cuando personas de la comunidad se les acercaron para llevarlos al salón Ejidal y brindarles alimento y resguardo ante el descenso de la temperatura.

Poco después llegó el personal del DIF municipal, agentes de las policías Estatal y Municipal, además de trabajadores de Protección Civil y de la Secretaría de Salud (Seseq), para darles atención médica y ofrecerles colchonetas y cobijas para aguantar el frío.

Sin embargo, la gente de la comunidad no sólo los alimentó, también les llevó ropa, zapatos y cobijas; el cambio del clima ha sido muy drástico para estas personas, quienes están acostumbradas a temperaturas cálidas.

La mayoría de los integrantes de la caravana tomó más de dos prendas para poderse envolver y se acurrucó con sus compañeros para pasar la noche, aunque por la mañana el frío no cesó.

Por un reencuentro

Entre las colchonetas corre Yordi Ezequiel, uno de los cinco niños que va en este grupo y quien viaja con su papá, Wilmer.

La intención de ambos es llegar al estado de Texas, en Estados Unidos, donde la madre de Yordi los espera. Hace seis meses que ella se aventuró, viajó en tren por México y logró llegar a la frontera para cruzar al otro lado.

Wilmer reconoce que fue difícil tomar la decisión, principalmente por la presencia de grupos delictivos como Los Zetas, en el norte del país. Sin embargo, era una opción para ellos.

Esta familia es originaria de Olancho, Honduras. Allá, Wilmer trabajaba como comerciante, pero la crisis económica y la situación social hicieron que fuera imposible realizar su trabajo o que este fuera suficiente para cubrir los gastos de la familia, por eso es que su esposa se adelantó a Estados Unidos y ahora Wilmer y su hijo Yordi confían en que pronto podrán reunirse con ella.

La ropa que ha llevado la gente de la comunidad para regalar a los inmigrantes ha sido bien recibida y agradecida por el grupo; fue colocada en un montón y el pequeño Yordi juega eligiendo las sudaderas y bufandas que, dice, se llevará en su carriola, la cual —cuenta— le donaron unas personas hace unos días en su paso por Puebla.

A pesar del frío no se ha enfermado, sin embargo fue atendido por el personal de salud, al igual que todos los integrantes del grupo de migrantes.

Wilmer refiere que este grupo es independiente a la caravana que pasó hace unos días por la entidad, por lo que destaca que han buscado ser más organizados, no viajar ni siquiera con cortaúñas y tratan de dejar limpios los lugares en donde se quedan. Al preguntarle si han sido agredidos por la gente en México, mueve la cabeza para negarlo, y agrega: “Sólo hemos recibido ayuda y solidaridad de la gente mexicana, eso no tenemos con qué agradecerlo”.

¡Viva México!

Poco antes de las 10 de la mañana del martes, el grupo recibió la noticia de que una agrupación civil los apoyaría con el traslado hasta la ciudad de Celaya, en Guanajuato. La notificación se hizo por parte de personal del gobierno municipal, por lo que aceptaron la oferta y comenzaron a organizarse para tomar sus cosas.

Pero antes de mover sus mochilas y guardar sus pertenencias, uno de los integrantes tomó la palabra y dirigió la oración que, mencionaron, hacen todos los días para agradecer por su vida, pedir para tener un buen camino y rogar bendiciones para las personas que los han socorrido en alguno de los lugares donde se han quedado a dormir.

El martes pudieron dormir bajo un techo, pero la noche anterior tuvieron que hacerlo a la intemperie, en una gasolinera.

Cada uno de los migrantes se acerca al centro del auditorio, y poco a poco forman un círculo muy grande.

Quien dirige la oración les pide cerrar los ojos y orar con fuerza. Algunos bajan la cabeza, otros juntan sus manos, pero todos van repitiendo las frases que son unidas con alabanzas.

Otros derraman lágrimas al pronunciar las oraciones y unos más asienten con cada frase.

Al terminar las oraciones, el hombre que tomó la palabra grita fuerte: “¡Viva México!”, y sus compañeros responden también con energía “¡Viva México!”.

Poco a poco cada uno de los migrantes de este grupo fue guardando sus pertenencias y las nuevas en sus mochilas. Juntaron las colchonetas y acomodaron el lugar donde estuvieron.

Los integrantes de este contingente quieren dejar una buena impresión, e insisten en que son un grupo más ordenado que los que ya han pasado, pues además tratan de cuidarse más entre ellos mismos, y a quienes no están de acuerdo, les dan la opción de ir por su parte.

La intención de estos centroamericanos es llegar juntos hasta la frontera y cumplir el objetivo de cruzar a Estados Unidos.

De acuerdo con el gobierno del estado de Querétaro, este contingente fue atendido por el grupo interinstitucional, en tanto que se informó que el grupo de inmigrantes continuó su camino hacia Tijuana a través del Macrolibramiento Palmillas-Apaseo, para llegar a Celaya, Guanajuato.

bft

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