Jeongwon Choi, coreana residente en México desde hace 16 años, dice que aunque los coreanos son aficionados al futbol lo son más a su trabajo. Es una cultura distinta, con modos y costumbres diferentes a los mexicanos.

Tras el partido que la selección mexicana ganó al representativo de Corea del Sur, los festejos fueron tibios, poca gente salió a las calles para celebrar un triunfo que ya se esperaba.

Radicada en Querétaro desde hace cinco años, explica que antes vivía en la Ciudad de México. Sus padres, narra, decidieron salir de Corea del Sur cuando Jeongwon tenía 14 años, porque querían que ella conociera más partes del mundo, entonces les surgió una oportunidad de negocio, además de que estaban en desacuerdo con el sistema de educación de su país, pues es muy competitivo.

“La educación en Corea es muy diferente, es de mucha competencia. Existe mucha competencia entre los niños para que salgan a la sociedad bien preparados, según ellos, los criterios son muy altos, abandonan a los niños que no estudian bien, no buscan valores. En esa época mis papás vieron que fuera de Corea había muchos sistemas de educación diferentes que buscan valores, que brindan valores a los niños, y en ese momento decidieron venir a México, pues además había una conexión personal”, indica en perfecto español.

Jeongwon es encargada de una cafetería de una cadena coreana ubicada en avenida Constituyentes, donde ofrece diferentes tipos de helado y bebidas tradicionales de su país.

Señala que no le gusta mucho el futbol, contrario a los mexicanos, dice de broma. Aunque acepta que muchos de sus paisanos son aficionados, pues a partir de 2002, cuando junto con Japón organizaron la Copa de Mundo, hubo mucha euforia por este deporte, afición que prevalece hasta la fecha.

Jeongwon se prepara para hacer una cacerola de palomitas de maíz, no son de microondas, es de maíz palomero. Indica que los coreanos siempre buscan tener una alimentación natural. Esa es una de las características de los coreanos, señala, además de que no tienen mucha variedad de ingredientes para sus alimentos, pues a diferencia de México, dice Jeongwon, aquí hay mucha variedad.

La joven mujer, que espera su tercer hijo, explica que si no se ven muchos coreanos en el lugar viendo el fútbol es porque la mayoría de sus coterráneos son adultos, de entre 30 y más años, que a Querétaro vienen a trabajar a las empresas coreanas instaladas en estas tierras, por lo que a la hora del partido contra México están trabajando.

“Sí hay (muchos coreanos en Querétaro) pero la mayoría trabajan en este horario. Lo que vemos aquí es que los coreanos que vienen a Querétaro no vienen a estudiar, no hay jóvenes. Vienen a trabajar a la industria de Samsung y la industria de Daewoo. Son ya mayores de edad, finales de 30, 40 y 50 años. La mayoría están en este horario (sábado por la mañana) trabajando. Trabajan hasta en domingo”, explica.

Señala que trabajan mucho, es parte de su cultura como país, aunque comienzan a cambiar, pues ya se promueve que sólo lo hagan ocho horas diarias. Subraya que México tiene muchos recursos naturales, con buen clima, tiene mucho territorio con grandes extensiones de tierra para cultivar, algo con lo que no cuenta Corea.

“Corea, Japón, sufrieron mucho por falta de recursos naturales. No tenemos de dónde sacar económicamente ganancias. Japón también tenía que, como Corea, desarrollarse intelectualmente, tecnológicamente, para todo el mundo, no sólo para ellos. A partir de los 50 y 60 educaron mucho a los niños para que de ahí salieran los ingenieros, que salgan más ganancias intelectuales, por eso tienen esa tendencia, porque les faltan recursos, se deben de desarrollar intelectualmente, para ganar más dinero en el mundo, porque si no, quebramos”, asevera.

Esa es una razón por la cual los coreanos trabajan mucho y son competitivos, aunque eso también ha generado mucho desempleo en su población.

Jeongwon dice que ella tiene, tanto pensamiento coreano como mexicano, una mezcla muy especial en su forma de ser, aunque en ocasiones, cuando piensa como coreana, siente que es muy exigente con los mexicanos: “Lo mejor sería un equilibrio”, asevera.

Tibio festejo.

México venció 2-1 a Corea del Sur. Apenas el árbitro silba el final del partido, los aplausos de los comensales que ocupan las mesas de los restaurantes del andador 16 de Septiembre se dejan escuchar. Algunos cantan el “Cielito lindo”, pero nada más.

La mayoría pagan sus cuentas, dejan la propina al mesero y se retiran. El vendedor de pintura para el rostro, bigotes y adornos patrios, que se venden en septiembre, invita a los aficionados a festejar la victoria mexicana. Pocos responden al llamado.

Algunos ocupantes de automóviles ondean banderas mientras tocan el cláxon de sus unidades. Un aspirante a luchador se asoma al quemacocos de un auto deportivo, bandera en mano, mientras grita: “México, México”.

Los hinchas pasan en sus coches, responden a las arengas al país, dan unas vueltas al jardín Zenea, pero nada más. No hacen mayor fiesta, no se reúnen. Hay más policías que aficionados celebrando. Ya se verá el miércoles, cuando el combinado nacional enfrente a Suecia por el pase a la siguiente ronda del Mundial.

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