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Desde temprana hora llegan las devotas al templo de San Antonio de Padua, en el primer cuadro de la capital, en la fecha marcada como su fiesta: el 13 de junio. Como dicta la tradición y la fe, el santo y doctor de la Iglesia Católica es a quien recurren las señoritas que buscan un novio o esposo, para lo cual incluso ponen al santo de cabeza, hasta que éste les cumpla el milagro de encontrar un buen partido en tiempos difíciles.
Los cohetones le anuncian la fiesta a la ciudad. Sobre la calle de Ángela Peralta, los puestos de comida, tradicionales en todas las fiestas religiosas, ya están listos para recibir a quienes desean comer un refrigerio o algo para almorzar o cenar. Guajolotes, gorditas y jarritos harán las delicias de los comensales.
Las fieles y los fieles —pues también acuden hombres— acuden a presenciar los servicios religiosos que se llevarán a cabo en el templo.
En una pequeña capilla junto al cuerpo principal del templo, una imagen de San Antonio está acordonada por una docena de veladoras. Al menos seis mujeres rezan a su alrededor, rezan devotamente frente al santo que, según la tradición, es bueno para conseguirles novio o esposo a las mujeres que no tienen fortuna en esos menesteres y no logran encontrar a su media naranja.
Afuera del templo, Marcela Padilla vende diferentes artículos religiosos del santo desde hace seis años; confirma que acuden muchas chicas “a pedirle a San Antonio su intercesión para que Dios les conceda un buen novio”.
Aunque señala que también acuden esposas a dar gracias por el cónyuge, o viceversa: el esposo a dar gracias por la esposa, pues San Antonio les escogió buena pareja; compran una veladora: la novena de San Antonio, oraciones que el mismo santo escribió, también medallas y pulseras, mercancías que son las más socorridas por quienes buscan dejar la soltería.
Afirma que no sólo visitan mujeres a San Antonio, pues también acuden a pedir una pareja cada vez más hombres, aunque en menor número, más o menos por cada cinco mujeres asiste un hombre a pedir el milagro.
Enciende devoción
Los clientes no paran de llegar. Mujeres jóvenes, de mediana edad y mayores se detienen unos minutos antes de entrar al templo para ver la mercancía de Marcela. Entre quienes se detienen está Antonia Bonilla, quien dice orgullosa que su nombre fue en honor al santo de quien “su señora madre era devota”.
La mujer, de charla fluida, cuenta que hace 20 años quedó viuda. Comenta, llena de devoción, “que el poder del Señor es grande”, y la intercesión de los santos, como San Antonio, son esenciales para obtener favores.
Narra que en su casa conserva un San Antonio que fue de su madre, quien hace muchos años lo prestó, “pero esas personas no lo quisieron devolver”, por lo que tuve que recurrir una denuncia penal para recuperarlo, aunque regresó a su casa con huellas de maltrato por el paso de los años. Sin embargo, su hijo lo restauró, guardándolo como un tesoro.
Marcela, por su lado, dice que instala su puesto, como todos los años, a las ocho y media de la mañana y lo retira después de las 10 de la noche, pues a esa hora aún muchos fieles llegan a dar gracias o a pedir la intercesión del santo.
Antonia selecciona una pieza con la imagen del santo festejado. “Para que consiga novio la cotorrona. Ya está de edad: 50”, dice la mujer de su hija, “que es madre soltera”.
Atala Morales Rubio, en tanto, le pide a San Antonio un buen novio para sus hijas, “más en estos tiempos”, cuando las relaciones son efímeras. “En otros tiempos los matrimonios eran hasta que la muerte los separaba”, ahora son “hasta que tu carácter y el mío nos separen”.
Recuerda el caso de una conocida, quien quedó viuda y quería rehacer su vida nuevamente, por lo que le recomendaron que se encomendara a San Antonio. Así, la hermana de Atala le regaló una imagen del santo “y así conoció a su actual esposo”:
“A través de la fe logras todo. El amor o la buena pareja también se le pide a Dios. Puedes pedir dinero, pero también una buena pareja”.
Marcela, en tanto, dice que ha conocido mujeres que gracias a la intercesión del santo han encontrado el amor. Pone como ejemplo una de sus sobrinas, que ya era mayor y le pidió a San Antonio una pareja, “milagro que se le concedió” y encontró un buen marido, por lo que cada año regresa a dar gracias por el favor recibido, además de tener un hijo. “La mayoría vienen a dar gracias”, apunta.
Tradición característica
En la puerta del templo dos mujeres colocan dos cestos de pan, que toman los fieles a cambio de una pequeña limosna, una tradición muy especial en las festividades religiosas del estado.
Marcela precisa que una de las historias más conocidas de San Antonio es la de una mula que dejaron sin comer, pues no le creían al santo que todos los animales debemos reconocer la grandeza de Dios.
“Entonces dejan sin comer a la mulita varios días. Luego la sacan y está La Custodia, y la mula antes de irse a comer se arrodilla ante La Custodia y luego se va a comer. Entonces le creyeron a San Antonio, mucha gente le creyó a San Antonio y hubo muchas conversiones”, narra.
Marcela añade que a pesar de ser unos de los doctores de la Iglesia, la gente reconoce a San Antonio “más como quien consigue pareja a las mujeres”, aunque los favores que ha otorgado por su intercesión “van más allá de conseguir novio”.
El movimiento en el templo, tanto al mediodía como en la tarde, aumenta. Las fieles y los fieles siguen llegando. Mujeres de mediana edad compran veladoras y novenas con Marcela. También llevan medallas y pulseras de San Antonio, objetos que bendecirán en las diferentes misas que hay en el transcurso del día.
La afluencia en los puestos de comida aumenta conforme pasan las horas y la tarde va cediendo ante la noche. Familias, grupos de amigas o personas solas, coinciden en los puestos, se piden unas enchiladas, un guajolote y un refresco. Tal vez, entretenidos como están con la comida, no se dan cuenta que quizá junto a ellos podría estar el amor de su vida.