“Mira hasta que no me traigas esas notas póstumas esto lo investigamos como feminicidio, así que manda a los compañeros que hagan lo suyo y que nos consigan eso”, le indiqué a la fiscal.

Mientras yo me encargaba de reconstruir la escena con los datos proporcionados, poco a poco todo comenzó a encajar: la víctima era de estatura pequeña; necesariamente requería un objeto que le ayudara a llegar hasta la ventana, para ello pudo haber servido el banco de madera localizado en el baño; la ventana tenía un herraje en donde localicé un cabello que correspondía en longitud, color y características al de la víctima; la pashmina, localizada en la cama, correspondía en grosor a la lesión localizada en el área de cuello; aunado a los cabellos presentes en su superficie, todo encajaba perfectamente, pero lo que no cuadraba en aquella escena eran las notas póstumas, por lo que pude observar aquella habitación presentaba muchas imágenes religiosas, una persona con una fuerte estructura moral, cuando recurre al suicido tiende a despedirse en condiciones de las personas que dejan atrás, ellos raramente se suicidan sin exponer sus motivos, sus anhelos, sus recomendaciones e indicaciones, también expresan sus reproches a aquella persona que a su parecer fue la causante de su decisión; como apunte profesional, lo curioso de esas cartas es que, de manera general, hablan en gran parte del pasado, datos concretos del futuro, pero casi nunca del presente, los suicidas le dan mucho peso específico al pasado, no se permiten avanzar, esto es algo que he visto a lo largo de los años. El caso es que las notas no aparecían y sin tener ese elemento no podía quitarme esa desagradable sensación de incomodidad. Por lo que después de enumerar y fijar fotográficamente los indicios que iba localizando, me dirigí hacia la fiscal, quien se encontraba entrevistando a unos familiares de la occisa y le dije:

—Licenciada, ¿qué pasó con las cartas?

—Los familiares dicen que no las tienen, que probablemente haya sido una invención de los niños producida por la impresión.

Esta negativa tocó una fibra sensible en mi interior que se convirtió en desesperación, me controlé y disimulando mi enojo le pedí amablemente a la licenciada que me siguiera a la habitación, ya cuando estuvimos solos le dije:

—Mira, esas cartas existen, lo sé porque un dato tan específico no se puede inventar a la ligera, no se quién las tiene, pero quien las está ocultando es por una razón, tú y yo sabemos que esas cartas siempre tienen algún reproche, por lo que la persona que las está escondiendo, las ocultó porque dichos reproches son dirigidos hacia ella, ve con el marido, él fue el único adulto que entró a la habitación y dile que no se haga pendejo, que las entregue o que te lo vas a llevar, pídele a los policías que hagan lo que saben hacer y que le saquen la verdad porque nos está haciendo perder el tiempo.

Para este momento yo ya estaba molesto porque mis compañeros que llevaban años trabajando en esto no se percataban que les querían ver la cara de idiotas, pero yo estaba decidido a no ser parte de esa ineptitud, por lo que me fui, firme en decirle a la licenciada que no me iba a ir de ese lugar sin las cartas porque después íbamos a tener un problema con nuestros superiores. Mis argumentos hicieron efecto en ella, quien se apresuró a buscar a los policías y les comunicó mi mensaje, los policías que ya me conocen saben que no tomo decisiones apresuradas y nunca me meto en su trabajo, pero si en algún caso puntual tomo el atrevimiento de darles una indicación es porque esa indicación tiene fundamentos, por lo que fueron al encuentro del marido de la víctima, quien resultó ser aquel sujeto que controló a la muchedumbre a mi llegada, ahora entendía la razón de su actitud colaborativa con los familiares, el caso es que lo condujeron a una habitación contigua y cerraron la puerta, no sé qué sucedió al interior, lo que sí tengo claro es que los policías suelen ser muy persuasivos cuando se lo proponen, nunca les he preguntado por sus técnicas de interrogatorio, pero por alguna razón creo que es mejor no saberlo, al cabo de unos minutos un policía salió de la habitación con las cartas perdidas que el marido pretendía esconder por vergüenza a lo que dichas misivas decían, por lo que le dirigí a aquel hombre una mirada con desdén que denotaba mi desprecio, no por su persona sino por su acción de pretender engañar a la gente que ha vivido de esto durante años, el caso es que dejé de lado mi indignación y procedí a leer las cartas, las cuales parafraseando decían más o menos los siguiente:

A mi esposo:

Todos me decían que no te dejara entrar nuevamente en mi vida, pero no les hice caso, la única culpable he sido yo, sé que sales con otras mujeres, más jóvenes y más guapas que yo, ante eso no puedo competir, no sé cuál haya sido el motivo de tu regreso, pero yo interpreté que querías recomponer nuestro matrimonio, me equivoqué. Ahí te dejé nuestros anillos que ensuciaste cuando te largabas con esas pirujas, ¿acaso creíste que no lo sabía? Espero que nunca te olvides de mí porque tú fuiste el responsable de esto. ¡Ahora ya puedes lárgate con tus putas!, que yo siempre fui una dama para ti y para nuestros hijos.

Hijos:

No culpen a nadie, sean fuertes, hoy necesitarán más que nunca apoyarse entre ustedes, no sigan el mal ejemplo de su padre, respeten a las mujeres como me respetaron a mí, yo sólo quería recomponer a nuestra familia, pero me quedó claro que su padre sólo se aprovechó del sueño de reconstruir nuestro pasado, sigan adelante, la casa es de ustedes, no permitan que su padre se las quite. Los amo y los estaré cuidando desde el cielo.

No puedo decir que no me alegré al encontrar estas cartas, aunque con honestidad para mí todas son iguales, entiendo que para el emisor tienen una profunda carga emotiva, para mí son sólo estructura, contenido y forma predecibles, pero con una gran sustancia investigativa, por lo que únicamente tuve que buscar un cuaderno en el lugar con una grafía similar y ¡bingo! se acabaría el problema, así que rápidamente busqué entre los cajones de un buró y ahí hallé una pequeña libreta donde se encontraban diversos mensajes motivacionales, al observarlos, inmediatamente reconocí la misma letra de las cartas, ese fue el momento en que encontré la última parte del rompecabezas, documenté, enumeré los últimos indicios localizados y levanté el cuerpo de la víctima, ahora ya con una visión más clara de lo que había sucedido, no sin antes percatarme de que el marido embustero estaba siendo arrestado, en medio de la algarabía de los familiares presentes, quienes cambiaron por un momento el dolor por la venganza, el marido era arrestado no por ser el causante de la muerte de su esposa, sino por interferir en el trabajo de investigación, era obvio que lo liberarían en unas cuantas de horas, pero el susto nadie se lo quita, por mi parte, subí nuevamente a mi camioneta y me dirigí al Servicio Médico Forense a realizar los últimos análisis en el cuerpo de la víctima, viajaba con una sensación de plenitud por haber cumplido con mi deber del turno, aunque en el fondo sabemos que eso durará sólo unas horas, en la próxima guardia comenzará todo nuevamente, como un ciclo de desgracias sin fin.

Sin más que agregar aquí termina la guardia de este día, esperando tener turnos más tranquilos.

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