Cuando actuar a tiempo evita tragedias de conducta.

¿Ha escuchado que los jóvenes y niños de hoy son irreverentes, irresponsables e irrespetuosos? Hay mucha falacia alrededor, pero también mucha realidad.

¿Qué has hecho al respecto para que, en tu círculo cercano pueda existir más armonía?

No actuar a tiempo puede generar paradigmas muy arraigados en la conducta de un ser humano y pueden marcarle la diferencia entre el éxito y el fracaso; la felicidad o la infelicidad.

Aquí unos consejos para que la educación que empieza en casa sea por mucho más eficaz.

Disciplina viene de discípulo y se da cuando alguien aprende del ejemplo y se desprende de sus valores. Un valor no se enseña con palabras sino con el ejemplo diario de un adulto.

El objetivo de la disciplina es el auto control del menor, es la conciencia de saber que mis acciones tienen una consecuencia que me conviene, me engrandece, o me perjudica y me empobrece.

En otra época, la conducta humana era rígidamente cuidada y moldeada por los padres, quienes estaban muy al pendiente del crecimiento del niño; hoy que están ausentes, el reto es que el niño aprenda a tomar buenas decisiones.

Es muy conveniente que el niño sepa qué hacer cuando no está un adulto.

Hay que ayudar a los niños a hacerse cargo de sus propias vidas, tomar decisiones propias y aprender de las consecuencias de sus actos.

Y la disciplina comienza con la responsabilidad, que es una serie de acciones que se deben seguir para lograr un fin y que son constantes y permanentes. Así se moldea el carácter, a través del hábito.

El inicio de la responsabilidad se da desde los primeros años. Es importante darle responsabilidades a un niño, que se haga cargo de algo; al adulto le toca acompañarlo en el cumplimiento de sus deberes, orientarlo y ayudarlo, mas nunca sustituir su obligación.

La responsable de la disciplina no es la escuela, es el hogar.

Y, cuando el chico se equivoque, hay que corregirlo, con amor y firmeza.

Los niños corregidos y disciplinados apropiadamente y con amor, se sienten amados.

No tengas miedo de disciplinarlo, el amor no se acaba con eso. La ausencia paterna ha hecho que muchos padres quieran compensar la falta de presencia con condescendencia. Error.

Es muy importante establecer los límites físicos, morales y psicológicos; eso también es disciplina y esto, por seguridad del propio menor, pues puede ser un marco de permiso de acción para el niño. Que le quede claro lo que si se puede hacer y decidir por sí mismo y lo que no.

Sé decidido a la hora de establecer reglas y límites, no dudes, ni hagas de una decisión un vaivén de permisividad.

La contundencia del adulto le permite al niño tener claridad y ser congruente. Es importante ser firme pero amable.

Cuando algo es un “no”, debe hacérsele saber con el tono de voz, no dudes al expresarlo. “¿Puedo?”. “Mmmh, déjame ver…” Esto confunde y abre la puerta a la manipulación del niño hacia el adulto, pues éste aprende a identificar en qué estado de ánimo puede convencerlo de sus intenciones. Cuando uno no tiene consistencia en sus acciones el niño se confunde. Por ejemplo: un día  se le permite comer pan con nutela con mucho gusto, otro día esto es condicionado si se termina el huevo y otro día está prohibido porque no es sano.

Y luego, vienen las reacciones de enfado; luego esas reacciones se convierten en llanto, luego en berrinches. El niño es manipulador por naturaleza. Nos corresponde a los adultos enseñar el control emocional, siendo congruentes.

Porque luego, es el adulto el que explota, cuando va permitiendo algo que no le convence o que en un momento prohibió. Y luego, se corre el riesgo de faltarle al respeto al niño, de agredirlo, de ofenderlo con reacciones llenas de enojo. El reto del adulto es ser congruente, enseñar con el ejemplo.

Cuando el niño sabe las consecuencias de sus acciones podrá medir sus efectos, y para ello, le debe quedar claro cuáles son los límites permitidos. Si se equivoca, que asuma su consecuencia, evita enmendar sus errores o ayudarlo cuando han fallado, aunque te duela. Y por favor, no les tengas lástima, esto promueve la debilidad y la manipulación; la comprensión fomenta la fortaleza; mejor haz niños fuertes.

Si tenemos ambientes controlados, en donde la seguridad sea lo más importante, el niño aprenderá la lección a base de experiencia.

Deja saber a tus hijos lo que esperas de ellos y la manera de hacer las cosas y tomar sus decisiones.

La vida tiene consecuencias naturales, hay que promover que el niño lo entienda. Los límites son un mapa de ruta del actuar del menor. El niño debe saber claramente lo que está permitido, lo que no y lo que él mismo a su edad y etapa de desarrollo, puede decidir.

Esto, primero lo debe tener claro el adulto, pues se trata de un asunto de autocontrol a partir del control del entorno inmediato.

El niño no puede tener todo el control de su entorno, por lo tanto le debe quedar claro quién toma las decisiones de qué cosa y qué puede decidir él. Provea alternativas, “¿puedo comer postre?” “Sí. Puedes elegir entre fruta y yogurt”.

Es recomendable hacer una lista de lo permitido y lo que no. Luego la lista de las cosas que el niño puede decidir.

Claro que esto es más efectivo si lo hacen ambos padres. Vean el tamaño de cada lista para ver el equilibrio y ver si la educación es demasiado rígida o permisiva. Es muy conveniente revisar qué límites están dispuestos a cumplir y cuáles no, pues suele pasar que un papá castiga y el otro libera; esto genera conflictos entre ellos y ligereza en los niños.

Para el desarrollo de su madurez, el niño puede tomar ciertas decisiones, mas nunca el número de sus decisiones debe exceder al de los adultos, pues entonces tomaría el control.

Luego, veamos los condicionamientos; estos siempre son un reto: “si no...” “Si no comes no hay postre...” Esto hace que el niño rete y desafíe. Dejemos de retar al niño porque esto puede hacer que evite acatar indicaciones jugando al desafío y a veces, sin darse cuenta. Esto ha provocado muchos enojos en los padres.

En lugar de eso hay que usar el “para...” “Para comer postre necesitas comer...” Invita al niño a cooperar contigo en vez de retarlo.

Las amenazas también retan y pueden generar miedo, inseguridad y resentimiento.

Otra herramienta inteligente para poner límites es hablar de mis sentimientos, “me enoja mucho cuando la ropa está tirada...” Expresa a los niños las consecuencias emocionales de sus acciones, que tus emociones sean auténticas y congruentes. No digas: “me molesta mucho…” riéndote. Otro: cuando descalificas: “que triste que seas así...” Mejor señala el impacto provocado en ti y luego explica por qué: “me molesta mucho que grites si yo no te grité “. Pero, si quieres limitar los gritos, gritando, no vas a obtener buenos resultados. Esto es incongruente.

Y, si te das cuenta, en la relación padres e hijos también hay consecuencias al no acatar las instrucciones paternas. La consecuencia es lo que viene después del límite. Es fundamental ser constante hasta que la conducta se haga un hábito.

Hay una diferencia fundamental entre la consecuencia y el castigo. Un castigo es ajeno e impuesto por alguien más y no es sano porque genera dolor, resentimiento y revancha. La consecuencia es un acuerdo de dos partes y genera experiencias, aprendizaje y responsabilidad.

Cuando los padres castigan, castigan  lo que más duele (juguetes, Xbox, teléfono). Esto puede causar revanchismo. El niño puede desquitarse con lo más querido del papá como portarse grosero con los amigos, familia o agredir a los hermanos.

Hay castigos que no enseñan, lastiman.

Los límites tienen que ser claros, definidos, no variables con el tiempo y el espacio. “No puedes dormirte más tarde de las 8:00 “hoy y “mañana te permito dormir a las 9:00”.

Si la consecuencia tiene una lógica, un camino, es decir un mapa de ruta, hace que el niño experimente y aprenda. Cuando el niño toma la decisión ante lo que se pide o se espera de él, es decir, el límite, él mismo estará teniendo una experiencia.

Hay que tener cuidado que las consecuencias no parezcan castigos y que éstas sí tengan que ver con las acciones realizadas; por ejemplo:  “si tomas de más en una fiesta no habrá más fiestas, no te voy a quitar la televisión”.

La consecuencia debe tener una lógica.

Las consecuencias son naturales por lo tanto el adulto debe estar al pendiente de las acciones del niño y evitar que las consecuencias peligrosas, o que pongan en riesgo la integridad del niño, sean anticipadas.

Por lo tanto, es importante que el adulto esté al pendiente de lo que hace y le gusta a su hijo.

Como ves, puede ser fácil evitar la infelicidad, con un poco de atención, acuerdos y congruencia; cuida tus palabras y acciones. Fomenta la responsabilidad sana desde hoy.

Agradezco mucho a la Psicoterapeuta Fernanda Peñalva por su experiencia para elaborar este artículo.

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