Tras varias semanas de campaña electoral en México, se avecina un evento que muchos han esperado: el debate presidencial. Ciertamente, es un acto que alberga mucha ilusión por múltiples razones, pero también puede no retribuir lo necesario a la audiencia cautiva en el proceso electoral en el país. Además del desempeño de sus participantes, algo que causa mucha intriga son los posibles resultados que se generen de dicha sesión.

Las elecciones en México son el tema central en gran parte de los medios de comunicación en el país. No es sorpresa, es bien sabido que, cuando en la boleta aparecen candidaturas presidenciales, la ciudadanía tiende a elevar su participación en los comicios. En este contexto, además de la votación, uno de los eventos esperados es el debate de candidaturas a la presidencia, puesto que es un acto que permite contrastar las ideas de las personas que participan en el proceso electoral e incluso verlas discutir en torno a temas centrales para la población mexicana.

Los debates son parte fundamental de la democracia. La acción misma de expresar ideas de la política para que puedan ser analizadas y contrastadas, y además se les dé una oportunidad de réplica es un ejercicio completo que nos permite reafirmar nuestras opiniones o modificarlas, en principio. De esta manera, el debate podría sentar las bases para un diálogo constructivo a partir de las diferencias y similitudes que existan entre las partes involucradas.

A pesar de lo anterior, es raro que en un debate electoral se pueda llegar a un diálogo constructivo, ya que los candidatos usualmente buscan a toda costa que sus ideas sean las mejores ante la audiencia que les sigue. Sin embargo, aun cuando esto pueda suceder, el efecto del debate al menos funciona para revisar qué tanto los participantes pueden defender sus ideas ante los cuestionamientos de los demás participantes, y así producir un efecto de confianza en el público que votará en los comicios.

Por ende, el debate de hoy resulta de la más alta relevancia para observar qué tan cimentadas con argumentos están las propuestas de los participantes. Recordemos que el público estará siguiendo de cerca el debate y emitirá una evaluación en cada una de las participaciones. Al final, esto tendría como resultado una modificación en las preferencias electorales de la ciudadanía.

¿Qué tanto podría modificar la opinión pública? Es una muy buena pregunta, pero, en realidad, es difícil de responderla con certeza, puesto que todo depende de los comentarios y actuación de los participantes, pero también de la interpretación que el público construya de ello. Por otra parte, es probable que sea la clase media la que cambie o decida su preferencia electoral poco a poco tras los debates.

Para esto hay que recordar que en 2018, la clase media cambió su apoyo político, moviéndolo de los partidos longevos a Morena, dándole a Morena el triunfo que tanto esperaba. No obstante, parece ser que este mismo segmento de la población hoy en día no presenta el mismo entusiasmo en su preferencia electoral como el de hace seis años, por lo que una participación errada, o bien, una sobresaliente podría impactar significativamente en el apoyo en las urnas el 2 de junio.

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