En 2016 comenzó una de las batallas más inusuales en la historia del arte. Todo comenzó con el descubrimiento del Vantablack, un producto creado por Surrey NanoSystems en el Reino Unido, inicialmente sólo para fines militares y que es capaz de absorber hasta el 99.96% de la luz. Esto convierte cualquier objeto que cubras con él en un auténtico agujero negro. El nombre es un acrónimo de Vertically Aligned Nanotube Arrays y el color negro en inglés.

El Vantablck es el color más oscuro del mundo; el tono más espeluznante; el negro más bituminoso y biónico que existe, pues absorbe casi toda la luz visible. El 99,96% es la cifra que se suele citar, pero a menos que la fuente de luz esté situada exactamente a 90º de la superficie de Vantablacked, es más bien el 96,4%. Tal vez sea una exageración, pero se trata de una sustancia terriblemente esbelta, de apenas unos cientos de nanómetros de grosor. Al igual que la moda más favorecedora, funciona engañando al ojo, aplanando cualquier sensación de profundidad y absorbiéndolo. Aunque si sueñas con incorporarlo a una obra artística no puede ser posible, a menos que esté debidamente encapsulado pues el material es tremendamente tóxico.

El vantablack resulta aún más seductor si se tiene en cuenta la transición etimológica de la palabra «black» (negro en inglés), desde el protoindoeuropeo bhleg, arder o brillar, hasta el protogermánico blakaz, o quemado. Pero este pigmento tiene poca relación con cualquier tono o textura que se produzca de forma natural en la Tierra, y en realidad no es tanto un color como una sustancia o recubrimiento. Inventado en 2014 por el fabricante británico Surrey NanoSystems (SNS), su nombre (el acrónimo se desprende de «Vertically Aligned NanoTube Arrays») habla de su composición de nanotubos de carbono. La idea original era ayudar a ocultar satélites y aviones de combate furtivos —una realización de ese sueño de ciencia ficción de un dispositivo de camuflaje—, pero su resistencia y conductividad hacen que ahora se utilice en telescopios, pantallas táctiles y otras numerosas aplicaciones aeroespaciales.

Esta descripción suena prometedora para cualquier artista, y abre todo un mundo de posibilidades a la hora de crear, pero es justo entonces cuando comienza la problemática artística. Tras el descubrimiento del Vantablack, el artista británico Anish Kapoor compró los derechos exclusivos del producto, haciendo de esta manera imposible para cualquier persona que no sea él mismo el comprar o usar el Vantablack para fines artísticos.

Miles de artistas alrededor del mundo se sintieron agredidos y tomaron las redes sociales para poder expresar sus preocupaciones y su enfado, sin embargo, como era de esperar, Kapoor no hizo ni caso a las quejas; hasta hoy día no se ha oído declaración por su parte. Sin embargo, la mejor respuesta a las egoístas acciones de Kapoor ha sido por parte de Stuart Semple, otro artista británico.

Semple es conocido por sus obras coloridas y con referencias a la cultura popular. Debido a las tendencias coloridas de sus obras, Semple ha estado los últimos quince años creando sus propios pigmentos para poder adecuarlos a sus necesidades.

Cuando Semple se enteró de las codiciosas acciones de Kapoor decidió crear su propio pigmento: “world’s pinkest pink”.

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