Dentro de las creencias en el antiguo Egipto, preservar el cadáver de los emperadores de forma natural y evitar la descomposición del cuerpo era un aspecto fundamental en su doctrina. Se sabe que el proceso toma setenta días y era realizado por sacerdotes que realizaban diversos rituales y oraciones específicas además de un gran conocimiento sobre la anatomía humana. Durante el proceso se extraían los órganos internos y luego se lavaba y embalsamaba el cuerpo utilizando complejas mezclas de especias y sustancias conservantes, entre las que se contaba la cera de abeja, varias resinas, el asfalto y el aserrín. Pese a que las momias, sobre todo las de personajes ricos y distinguidos, en cuyos pliegues solía haber oro y otros pequeños ornamentos, podían ser valiosas en sí mismas, los que las recuperaban por lo general iban buscando otra cosa: betún.

La palabra persa para betún era moon, mum o mumiya, lo que había generado la creencia reforzada por el hecho de que las momias eran de un color muy oscuro, en parte por la degradación de la materia orgánica y de que todas las momias contenían una sustancia proveniente del Mar Muerto. El betún y por extensión las momias se habían venido utilizando como medicina desde el siglo 1 d. C. Se aplicaba momia molida por vía tópica o se mezclaba con algún líquido y se bebía y, aparentemente, lo curaba casi todo. Plinio recomendaba el polvo de momia como dentífrico; Francis Baconlo utilizó para la contención de diversas hemorragias, se ocupaba para curar llagas y heridas o potenciar la energía a quien consumiera un poco de polvo de momia.

El comercio de la sustancia era bastante extenso, ya que era un remedio popular y además empezaba a ser partícipe en las paletas de color de los artistas de la época. John Anderson, un agente de un importador llamado Turkey Company, describía en sus diarios con todo lujo de detalles una expedición al yacimiento de una momia en 1586:

De hecho, el señor Anderson volvió a Inglaterra con una momia completa y 270 kilos de partes varias de otras con las que reabastecer las boticas de Londres. La demanda superaba a la oferta, y existen diversas fuentes que hablan de haber tenido que reponer existencias apresuradamente con los cuerpos de esclavos, criminales ejecutados o personas que habían fallecido en hospitales sin ser reclamados. Durante una visita a Alejandría en 1564, el médico del rey de Navarra se entrevistó con un comerciante de momias que le mostró 40 que decía haber embalsamado él mismo en los últimos cuatro años.

Como las boticas también solían vender pigmentos, no es tan sorprendente que el rico polvo marrón acabara asimismo en las paletas de los artistas. El pigmento momia, conocido también como marrón de Egipto y Caput mortum (cabeza de muerto), se utilizó como pintura por lo general mezclada con aceite secante y barniz de ámbar desde el siglo XII hasta el siglo xx. Era suficientemente conocido como para que una tienda de materiales de bellas artes de París se pusiera por nombre (supuestamente en broma) À la Momie. Eugène Delacroix utilizó el pigmento en 1854 cuando estaba pintando el Salón de la Paix en el Ayuntamiento de París. A su compatriota Martin Drölling también le gustaba, como al retratista británico sir William Beechey.

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