El pasado 7 de abril se llevó a cabo el primer debate entre las y el candidato a la presidencia de la república. Para la inmensa mayoría de los que vimos el debate, la candidata ganadora fue la Dra. Claudia Sheinbaum, candidata de la alianza Morena, PT y Verde.

Efectivamente, de 10 casas encuestadoras que hicieron la pregunta “¿quién cree que ganó el primer debate entre los candidatos a la presidencia de la república?”, 9 de ellas dieron como ganadora a la Dra. Sheinbaum con porcentajes que van del 46 al 69 por ciento, mientras que los porcentajes de Gálvez, candidata del PRIAN, fueron del 17 al 28 por ciento y Jorge Álvarez, de MC, se mantuvo entre los 4 y los 20 puntos porcentuales, muy por debajo de las principales candidatas.

Cuatro casas encuestadoras le dieron a Sheinbaum una diferencia superior a los 40 puntos y las nueve en la que ganó Sheinbaum le dieron una ventaja de al menos 29 puntos. Resultados más que contundentes. La única encuestadora que le dio el triunfo a Gálvez (incluso antes de que hubiera pasado la mitad del debate) fue la pro panista Massive Caller, con un increíble 60 por ciento contra 35 de Sheinbaum.

Lo sorprendente es que incluso en las mesas de análisis pro-oposición se tuvo la misma percepción de que Gálvez había perdido el debate de manera estrepitosa. Hasta parecieron dos horas de tortura a Gálvez, la que en todo el debate tuvo evidentes gestos de incomodidad, de molestia, de enojo. Gesto adusto. Nerviosismo evidente. Quedó confirmado que dicha candidata se pierde totalmente si no es auxiliada con un teleprompter que le dicte lo que tiene que decir. Se perdió permanentemente en las preguntas. Contestaba con temas que no venían al caso. Por ejemplo, cuando ante una pregunta relativa al rezago educativo contesto con un “hablemos de salud”.

Gálvez se dedicó a lanzar ataques, calumnias y diatribas en contra de la Dra. Sheinbaum en vez de presentar sus propuestas (que al parecer no existen). Se enredó con las tarjetas que traía consigo y su nerviosismo la llevó a decir que “hay que preguntarles a los muertos” o que “el 30 por ciento de las actas de nacimiento no traen causa de defunción”. Digno colofón de esta sarta de tonterías fue haber terminado el debate mostrando el escudo nacional de cabeza mientras leía, torpemente, un mensaje que traía por escrito, a diferencia de Sheinbaum y Máynez, los que justamente se despidieron sin tener que leer nada. Lo más patético del asunto es que Gálvez, durante meses, se la pasó retando a la Dra. Sheinbaum para que debatiera con ella. Ahora ya conocemos los resultados.

Académico de la UAQ.

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