Juan Carlos Hurtado se encuentra entre ese sector de la población que, por su edad, podría pasar la contingencia en casa, pero ni el hospital se lo ha ofrecido, ni él lo ha solicitado, pues sabe que la labor que realiza es de suma importancia durante el combate al Covid-19

Fue en secundaria cuando decidió convertirse en médico, al terminar la carrera decidió ingresar a medicina interna, que era la especialidad que más le gustaba y, ahora, lleva ejerciendo 30 años.

En un día normal se hace cargo de alrededor de 30 pacientes. Le corresponde estar en la Unidad de Diálisis, de ahí que la mayoría de las personas que atiende es por problemas renales, derivados, entre otros padecimientos, por diabetes, hipertensión, lupus, deformaciones congénitas de los riñones o cálculos.

El Hospital General dividió sus tres pisos para atender a los pacientes en diferentes grados de gravedad. “Me gusta lo que hago, en ningún momento pensé en pedir permiso, irme de vacaciones o abandonar. Como mis vacaciones oficiales son hasta julio, no me ha pasado todavía por la cabeza”.

Valora que su trabajo es igual, con la única diferencia de que ahora debe cuidar a pacientes con Covid-19, y remarcó que muchos días antes de que se declarara la fase 3 a nivel nacional, los médicos ya sentían estar en ella.

El personal médico siempre debe resolver problemas y, al estar en el Hospital General, la mayoría de las veces se enfrenta a casos que en otras clínicas no se presentarían, como atender a quienes carecen de Seguridad Social, o dinero para cuidarse, de ahí que habitualmente llegan en condiciones muy malas de salud.

Si bien, el personal está preparado para cualquier eventualidad, hay que tomar en cuenta que el coronavirus es un “nuevo bicho”, del cual apenas se conoce.

La reacción a la contingencia es diferente en cada miembro del hospital, mientras hay quien tiene mucho miedo, otros prácticamente trabajan con tranquilidad. Independientemente de los sentimientos, lo cierto es que las acciones de autocuidado jamás deben abandonarse.

Las medidas de higiene con su familia se reforzaron. Del hospital nunca sale con el uniforme puesto, lo mete en una bolsa impregnada de cloro, y al llegar a su casa implementa las medidas de higiene normal.

Fue el primer galeno en su familia, su esposa también es médico, aunque no ejerce, su hija estudia la especialidad en ortopedia, su otra hija es ingeniero química, y el otro está por concluir la carrera de comercio exterior. Resalta que pese a vivir en la misma casa, tienen horarios diferentes.

Referente a la polarización que se generó contra el personal médico, estimó que eso nació de una mala información, así como del deseo de buscar un chivo expiatorio con quien desquitar el coraje, pues quien trabaja en un hospital no “sale cargado de virus”.

Agradeció las muchas muestras de solidaridad que, en contraste, se han generado.

Estimó que esas muestras de afecto podrían haber surgido del agradecimiento de esas muchas personas a las que han llegado a ayudar a recuperar la salud.

Antes de continuar con sus labores, estimó que ningún material que se lleve al hospital será suficiente si las situaciones se agravan.

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