A López Obrador ya no le alcanzan sus mentiras, a pesar de multiplicarlas para intentar justificar obras faraónicas inconclusas, mismas que están marcadas por opacidad, improvisaciones, componendas, sobrecostos, daño a la naturaleza, manejo discrecional y pésima administración que las colocan bajo sospecha de corrupción.

Y el caso del prometido sistema de salud —como el de Dinamarca—, no es la excepción. Es prueba contundente de decisiones erráticas.

Busca saltar las próximas elecciones presidenciales, y después —como acostumbra—, seguir actuando como víctima y culpar a otros de su fiasco. Repetía “no les vamos a fallar”, no somos iguales; es más, en Ecatepec de Morelos, el 25 de junio de 2019, López Obrador, con su particular mezcla de soberbia e ignorancia, quiso establecer un nuevo paradigma: “no crean que tiene mucha ciencia el gobernar, eso de que la política es el arte y la ciencia de gobernar, no es tan apegado a la realidad” (sic).

Aplazando nuevamente, recientemente salió con la novedad de que el sistema de salud —como el de Dinamarca— se logrará en unos meses, antes de que termine su sexenio.

Contradiciendo sus propias palabras de que “ya no es tiempo de diagnosticar”, y ahora la responsabilidad está en sus manos (23 de agosto, 2019), expresó: “Vamos a hacer una evaluación de cómo vamos en cada uno de los estados, cómo está la situación física de cada centro de salud, de cada hospital”. Un diagnóstico, ¿a estas alturas?

Ha repetido la promesa casi cuarenta veces en cinco años.

Por ejemplo, lo prometió en 2020: “Se hará realidad el derecho a la salud (…) Poco a poco se irá ampliando el programa hasta que logremos, a mediados del sexenio, establecer un sistema de salud de primera, como en Canadá o en los países nórdicos”; luego puntualizó que hay recursos suficientes para garantizar el mejor sistema de salud; en 2022 señaló que estaría en diciembre de 2023; posteriormente, en noviembre de 2023, pateó el bote: “En marzo (de 2024) tenemos resuelto el tema. Vamos a tener funcionando el mejor sistema de salud pública del mundo, aunque se burlen mis adversarios”; y ahora asegura que será en septiembre (“porque el compromiso es que antes de terminar vamos tener el sistema de salud pública más importante del mundo”), después de los comicios presidenciales, claro.

Es larga la historia de fracasos en salud pública, lo mismo la decepción del Insabi que el terrible desabasto de medicamentos; el pésimo servicio, las carencias y la mala broma de la Mega Farmacia del Bienestar (que a finales de enero sólo había atendido 67 recetas); así como lamentables situaciones que han padecido miles de enfermos, debido –entre otras razones- a que se incrementó el número de mexicanos que ahora no tienen acceso a los servicios de salud.

Ante los sucesivos retrocesos, López Obrador tuvo que reconocer que el derecho a la salud “todavía es letra muerta”.

Simulará algo para decir adiós, también a Dinamarca. Otra burla al pueblo de México por parte de quien —a pesar de evidencias en contrario— dice tener autoridad moral y política.

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