Rafael Velázquez Beltrán narró su experiencia como técnico en urgencias médicas (TUM) de la Cruz Roja Mexicana, labor que realizó por más de 14 años, lo que le permite ser subcoordinador nacional de veteranos y coordinador estatal de veteranos.

Indicó que a sus 64 años son muchos los recuerdos que mantiene del periodo que se desempeñó como TUM en activo, a los que se suman los que va acumulando ya como integrante de la coordinación de veteranos.

Las memorias son tanto gratificantes como tristes y de impotencia, pero todo forma parte de la labor de ayudar. Una de las experiencias más crueles fue cuando se respondió a un accidente en Coroneo; el caso sucedió, aproximadamente, hace 25 años.

En esa ocasión era jefe de servicios, su unidad fue la primera en llegar, la última en irse, toda vez que le correspondió coordinar la recepción de unidades para que se llevaran a los lesionados. Aún tiene muy presente que fue en octubre cuando, pese a la intervención, se reportaron 17 muertes.

Entre las experiencias negativas se encuentra la impotencia de no saber cómo explicarle a un niño que su madre murió en un accidente vial y tener que entregarlo a las autoridades competentes.

La vida y la muerte, entre las experiencias de un técnico de Cruz Roja
La vida y la muerte, entre las experiencias de un técnico de Cruz Roja

En las experiencias altamente positivas se encuentran atender a un bebé, prácticamente recién nacido, con paro respiratorio, practicarle reanimación cardiopulmonar (RCP) y entregarlo con vida en la base de la Cruz Roja en Hidalgo. También se encuentra brindar reanimación cardiopulmonar a alguien por 15 minutos y poderlo entregar con vida, eso antes de los ahora muy avanzados aparatos con que se cuenta para reanimación, respiración y atender traumas; antes los TUM tenían un botiquín que se colgaban en la cintura.

Inició en la Cruz Roja a los 31 años. Como empresario realizaba constantes viajes en carretera, también observaba constantemente accidentes, sabía que debía tratar de ayudar, pero sin tocar a los lesionados, pues carecía de capacitación para ello y podría dañarlos más.

Un cliente, en 1987, le dijo que sí podría ayudarlos, si se ofrecía como voluntario socorrista, y le contó que él era miembro de la Cruz Roja. En 1987, tras platicarlo con su esposa, se inscribió en la escuela de socorrismo, se graduó en 1988, en el 89 se graduó con la primera generación de la carrera de Técnico en Urgencias Médicas de Querétaro.

Escaló a jefe de grupo, luego a jefe de guardia, cargo con el cual le tocó coordinar las guardias voluntarias nocturnas. Se vio obligado a retirarse por casi 20 años, al regresar debió recertificarse, para volver a subirse a una ambulancia.

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