Mucha gente inicia el día al escuchar el sonido del despertador y a partir de ahí, una gran cantidad de sonidos y ruidos nos acompaña a lo largo del mismo, en una urbe que se distingue por la dinámica y el acelere en las condiciones de supervivencia laboral y doméstica en la actualidad. El añejo ruido de las escobas de vara barriendo las aceras de cantera, los cascos de los caballos repartidores de leche y el pregón de voceadores son tan sólo un vago recuerdo, sepultado por el ruido de los miles de vehículos y camiones que aceleran y frenan como si participaran en alguna competencia.

Sin embargo, aún existen en nuestra ciudad pasillos donde el silencio camina sin prisa alguna y les permite a quienes los transitan, andar también a su propio interior para pensar y reflexionar sobre sus más profundas creencias. Los conventos y ex conventos de los siglos XVI, XVII y XVIII son testimonios de la cultura que marcó nuestra ciudad en otras épocas, pero que se han conservado con el cuidado y esmero de quienes los han habitado, a lo largo de más de 300 años.

Son lugares que  el propio tiempo respeta y donde decide moverse a una velocidad muy diferente a la que lo hace apenas 
a unos metros en las calles de este Querétaro nuevo que deseamos conservar.
Twitter: @GerardoProal

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