Hace unos días el presidente, Andrés Manuel López Obrador, dio a conocer la “Guía ética para la transformación de México”, cumpliendo de alguna manera, por la modificación del tipo de documento, otro compromiso de campaña. En la presentación de la Guía, el mandatario llamó a atenderla a raíz de la crisis de la pérdida de valores culturales, morales y espirituales, a sus ojos, atribuida al neoliberalismo. ¿Qué análisis se puede ofrecer al respecto? ¿Qué impacto tendría tal documento en la población?

No cabe duda de que la ética y la moral son importantísimas y fundamentales para una sociedad en su conjunto, esto es, para población y gobierno. Varios filósofos a lo largo de nuestra historia han apuntado lo anterior, e incluso ambas partes son una piedra angular del ejercicio democrático en todos sus niveles. Es quizá por ello que López Obrador ha buscado desarrollar esta Guía, un compendio de 20 apartados que tratan de la vida, la dignidad, el amor, el perdón, la libertad, la verdad, la confianza, etc., para influir a la población y conducirla al ejercicio de las buenas acciones. Sin embargo, hay muchas consideraciones y preguntas que podemos realizarnos y dirigir al Gobierno Federal (GF) en este contexto.

Una de ellas es acerca de la pedagogía del gobierno. Existe un buen debate en torno a si la labor de un gobierno es enseñar, o no, qué es moralidad y ética a la población. Pareciera obvia la postura acertada, pero lo cierto es que es una decisión muy sensible por una variedad de razones. Una de ellas es que, a pesar de la importancia de este ejercicio pedagógico, hacerlo desde el gobierno, es decir, desde el poder, tiene implicaciones adyacentes. La misma labor de establecer qué es moral y ético, y qué no lo es, puede interpretarse como una medida autoritaria sin haberse generado a través del diálogo, alimentando la visión y operación paternalista del Estado, algo que se ha criticado mucho sobre todo en tiempos recientes.

Otra razón que se puede apuntar es la de la legitimidad del gobierno con la que se realiza la acción de publicar una guía que señale lo que se considera bueno y, por ende, lo que no. No cabe duda de que la frase de López Obrador de “están moralmente derrotados”, haciendo referencia a la oposición política, es precisa en su generalidad a sabiendas de los actos de corrupción que agentes políticos del llamado “PRIAN” han cometido durante su ejercicio del poder. Sin embargo, es necesario recordar que eso no otorga de manera recíproca legitimidad moral al actual gobierno.

La 4T tiene legitimidad por el apoyo de una inmensa parte de la población. Uno podría pensar que este magno apoyo bastaría para traducirse en moralidad, pero no va así la situación. La moralidad de un gobierno se genera a partir de las acciones coherentes que abonan a lo que se considera moral, es decir, a las acciones aceptadas como correctas por la sociedad, no por un grupo de personas, sean políticos, empresarios, etc. Por ende, entre más y mejores acciones morales ejecute un gobierno, más fuerza moral tendría.

En este contexto es ineludible colocar al actual GF en el centro del análisis. Sus aciertos sin duda aumentan su fuerza moral, pero sus acciones inconsistentes a su discurso la erosionan. Por otra parte, debemos tener claro que una cosa es la narrativa y otra muy diferente son las acciones. En la medida que la 4T continúe con incongruencias en su operación (basta con leer lo que dice la Guía en torno a la protección de plantas, al respeto, a la diferencia, a las leyes y la justicia, y contrastar el estado actual de la administración en estos rubros), su moralidad y legitimidad se verían afectadas, justo como le sucedió al “PRIAN”, y en este sentido, hablar de una publicación de una guía moral quizá pueda funcionar para fines electorales, pero no para un ejercicio gubernamental cobijado por la legitimidad moral.

Escritor, historiador e internacionalista
niels.rosas@gmail.com
@NielsRosasV (Twitter)

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