El domingo pasado se celebró el segundo debate presidencial de 2024. Fue un acto interesante que despertó el interés político de muchos. Ciertamente, las candidatas y el candidato revisaron su desempeño de la pasada edición con miras a mejorar su actuar contra sus rivales políticos. ¿Qué nos dejó este subsecuente espacio de contraste de ideas y propuestas?

Desde que se configuraron las candidaturas presidenciales de los principales partidos políticos, el interés del público por un debate fue incontrolable. Queríamos ver las narrativas, ataques y respuestas de Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez, así como la forma en que Jorge Álvarez Máynez podría abonar a la discusión del rumbo de la democracia en nuestro país.

Con el primer debate apreciamos que las candidaturas presidenciales están lejos de debatir, pero muy cerca para criticarse y culparse constantemente, en muchos casos sin pruebas fehacientes. A pesar de ello, la sesión nos permitió observar con detenimiento las fortalezas y debilidades de quienes aspiran actualmente a hospedarse el siguiente sexenio en Palacio Nacional.

Había muchas cosas por arreglar en la participación de cada candidatura en el primer debate con respecto al segundo. Por ejemplo, Sheinbaum, a la cabeza de las preferencias electorales, debía ser más paciente y evitar caer en confrontaciones. Entre menos se saliera de su guión, habría menor probabilidad de caer en errores. Para Gálvez, en cambio, entre más increpara a su principal rival, más oportunidad habría de que se enfrascara en una confrontación directa en la que pudiera salir exhibida. Finalmente, para Máynez, su mejora radicaba en continuar evidenciando a la “vieja” y “nueva” política, así como en seguir hablándole a su grupo clave: las y los jóvenes.

Pero no en todo hubo mejora. Sheinbaum se vio más participativa en las acusaciones y declaraciones que emitían sus contrincantes, por lo que es evidente que cayó en el juego de las fuerzas opositoras. Al inicio intentó mantenerse al margen y en calma, conservadora en su participación, pero no duró mucho en ese estado. El resultado: a pesar de sus respuestas, no logró defenderse con pulcritud y eso ha generado un impacto en las preferencias electorales.

Gálvez obtuvo una mejora significativa con respecto al primer debate. Los nervios no aparecieron en esta segunda edición, cuestionó de manera insistente en más ocasiones y más profundas a su rival a vencer, logrando su cometido de provocarla. En general, consiguió una mejor participación que la vez anterior. Sin duda, esto le fortalece en su carrera presidencial, incluso ha subido en las preferencias electorales, pero aún falta mucho para acercarse a quien hoy lidera las encuestas.

En cuanto a Máynez, su participación fue muy similar a la del primer debate. Más que cuestionar directamente, emitió señalamientos a sus contrincantes cuando vio la oportunidad, mantuvo su imagen sonriente y carismática, y continuó hablándole a la juventud de México. Por la estructura de los demás partidos, es difícil que el candidato naranja venza en las elecciones presidenciales, pero ha logrado amasar un mayor apoyo electoral que se vería favorablemente traducido para el partido que representa. De esta manera, el segundo debate fue “mejorcito”, aunque sólo para algunos.

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