Suena la tercera llamada y las luces del Circo Atayde Hermanos se encienden después de varios meses de oscuridad. ¡Comenzamos! Anuncia el maestro de ceremonias, elegantemente vestido con su chaqueta tipo frac de color rojo y tejidos dorados.

Entonces las monumentales cortinas rojas se abren, y al menos 15 artistas salen a la pista para bailar y volar por lo más alto de la carpa.

Los actores se esfuerzan para dar una bienvenida espléndida y calurosa al público que no veían desde hace meses, debido a la contingencia sanitaria de Covid-19.

El Circo Atayde Hermanos cumple casi un año de permanecer varado en la ciudad de Querétaro. Desde marzo de 2020, las funciones se suspendieron para cumplir con el aislamiento social, posteriormente reanudaron sus actividades en noviembre, pero la magia duró poco, pues en diciembre nuevamente bajaron su telón.

Por esto, desde la entrada en vigor del Escenario B en Querétaro, en el que las actividades culturales y de entretenimiento tienen un pequeño margen para operar, esta compañía circense se reactivó lo antes posible, aplicando todas las medidas de salubridad exigidas por las autoridades.

Revive el circo

A casi un año de iniciada la contingencia sanitaria en Querétaro, el uso de cubrebocas y de gel antibacterial se ha vuelto parte de la vida cotidiana de cualquier persona; dichas medidas han alcanzado todo, incluso han penetrado en la mágica experiencia de ingresar al circo.

Desde que las familias hacen fila para comprar sus boletos de acceso, personal del circo pide a los asistentes mantener la distancia, todos deben usar obligatoriamente el cubrebocas. Antes de ingresar, a cada persona se le toma la temperatura corporal y se le proporciona gel antibacterial; también se cuenta con un arco sanitizante, que rocía una leve brisa sobre las familias que cruzan por debajo.

Una vez al interior de la carpa, los asientos se distribuyen dependiendo del número de integrantes, varios asientos fueron retirados de las gradas para mantener la distancia entre cada familia en el público.

“Uno ya está acostumbrado, la verdad, en todos lados te piden eso del cubrebocas, el gel, todas esas cosas, entonces ni siquiera nos extraña que para venir al circo también tengamos que cumplir con eso, es algo que ya hacemos en todas partes”, comenta Guadalupe Martínez, que asiste a la función con su hijos de 8 y 10 años.

“Tenía mis dudas sobre venir o no a la función, pero hacemos lo que podemos, cumplimos con las medidas, guardamos la distancia, usamos cubrebocas, los niños también necesitan este tipo de experiencias, ellos llevan un año de no ir a la escuela, de no ver a sus amigos, ni siquiera hay parques abiertos, esta es una oportunidad para que también ellos se desestresen, se relajen un ratito de todo esto, claro, siempre cuidándonos, por supuesto”, comenta la madre de familia.

Bajo todas las medidas de salubridad, el circo reanudó sus actividades en febrero de este año, cuando las autoridades sanitarias les permitieron operar al 30% de su capacidad.

Así es como poco a poco el circo vuelve a la vida. Los acróbatas, orgullosos y con más ganas que nunca, salen animados a mostrar sus piruetas. Los niños observan todo desde las gradas, meneando la cabeza de un lugar a otro con los ojos bien abiertos. El público agradece con aplausos el final de cada acto. Y también grita de miedo y emoción cuando ve a un par de motociclistas volar por los aires. Se enchina la piel.

También vuela por los cielos una trapecista vestida de lentejuelas y tiara de diamantes; colgada de dos grandes trozos de tela, sobrevuela las gradas, muy cerca del público, y los niños, al ver dicho espectáculo tan de cerca, estiran sus brazos para alcanzar a la acróbata. ¡Wooow! Se escucha entre las gradas.

Recordatorio necesario

Tampoco falta la venta de palomitas y refrescos, algodones de azúcar y globos luminosos. Un payaso vestido de Blancanieves le arranca carcajadas a chicos y grandes, busca a su príncipe y lo encuentra entre el público. El elegido se pone de pie, animado por el resto de los asistentes; en cuanto toca el escenario lo rocían con líquido sanitizante y se le pide no retirarse el cubrebocas, breve recordatorio de que, a pesar de la magia y las risas, una pandemia amenaza todavía al planeta.

Se encienden las luces y una voz femenina anuncia un receso de 10 minutos, invita al público a visitar la dulcería, y recuerda el cumplimiento de las medidas sanitarias.

Rodrígo González, director general de Roncaly Productions, pide a la gente su confianza para que sigan asistiendo a este tipo de espectáculos, pues asegura que en todo momento se implementan medidas de protección a la salud.

“Comprendo que algunos tengan el miedo a un contagio, pero nos tomamos esto muy en serio. Mis hijos asisten a todas las funciones, están entre el público, por eso la sanitización es muy seria, porque además de cuidar al público, cuidamos a nuestras familias. Hacemos todo lo que esté en nuestras manos para que sea un espacio no sólo de entretenimiento, sino también un espacio seguro”, comenta.

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