¿911 Querétaro cuál es su emergencia?

—Mi novio… amenaza con quemarme —la voz acelerada y seca detallaba que se encontraba escondida en un estacionamiento. Eran las 2 de la mañana.

—¿Dime dónde estás exactamente y cuál es tu nombre?

—Elena Salas... eeen, eeen plaza Palma de Corregidora… ¿ya van a mandar a alguien? ¿por favor? —preguntó en un llanto quedito, susurraba.

—Necesito que te quedes conmigo, no cuelgues, ya una unidad va para allá.

Javier había regresado al departamento de Elena desde hace un par de días. No hubo necesidad del drama, él regresó con ropa limpia y entró como si solo se hubiera ausentado por trabajo o un viaje. Los dos reconocían en silencio la necesidad del otro. Ella sintió un alivio orgánico en el cuerpo al verlo de vuelta, la idea de dónde pudo haber pasado todas esas noches la estaba desquiciando.

Sol lavaba los platos de la cena mientras René veía las noticias: “El presunto agresor del caso Darinka Eduardo “N” hoy sale en libertad, después de que la víctima retirara los cargos…

—¿Ya escuchaste? Todo el desmadre que hizo tu amiguita para que terminara con la cola entre las patas. Tanto relajo para que terminara perdonando al pobre cabrón ¿y así quieren que las tomen en serio? Pfff están muy mal, qué bueno que ya no te juntas con la bola de frustradas, es más nunca te dije, pero Elena siempre que me veía se me insinuaba —dijo René sin despegar la mirada de la tele.

Soledad no dijo nada, siguió lavando los platos, no entendía qué pasaba, en el fondo sentía que Darinka era un ejemplo a seguir, que ella no se había quedado en la comodidad del silencio, que tal vez si le contaba cómo era la realidad de su relación con René, la ayudaría a romper los eslabones que la mantenían encadenada a ese macho, que sin haberle puesto una mano encima, sentía el alma fracturada desde el primer día de casados, ¿Qué le habrá pasado? ¿Qué la habrá llevado a cambiar de opinión? Se preguntaba con una angustia muda, mientras acomodaba las tazas.

Elena se preparaba para salir a cenar, Javier había invitado a sus amigos a jugar videojuegos. Se despidieron cariñosos, hay que guardar las apariencias.

—¡Me saludas a Julia!

No vería a Julia, sino a Darinka, no tenía ganas de dramas, ni de discutir y haberle dicho la verdad los llevaría a una afrenta absurda. Javier no bajaba de pendeja a Darinka.

—Disculpa la tardanza, apenas le estoy agarrando la onda a la moto, ¿cómo estás?

—Pensé que habías visto las noticias y que habrías decidido no venir.

—No tengo que entender siempre por qué haces las cosas, pero yo te quiero, eres mi amiga y no me gusta que estemos distanciadas.

—Después de lo que hice casi nadie quiere hablar conmigo, gracias por estar aquí —las amigas se tomaron de la mano.

—Pues las cosas no salen siempre como uno quiere y cuando uno ama, perdona cosas que podrían parecer imperdonables.

Elena trataba de encontrar un confort, una cómplice que le hiciera saber que, si su amiga podía perdonar una golpiza, ella podía dejar pasar insultos, humillaciones e infidelidades. Se miraron fijamente, como si un pacto de muerte fuera sellado con el silencio. No se juzgarían, ya que el amor que sentían por sus parejas solo era comprendido por ellas mismas

Al regreso de la cena se quedó sin gasolina, le llamó a Javier para que la auxiliara, recibió por respuesta: “No mames Elena, no puedes ser tan pendeja”, “¿Vas a venir por mí o le pido ayuda a otro?”, “¿Cuál otro? Mándame tu ubicación y llego”, “¿Puedes manejar? ¿tomaste mucho?”, “¡Que te valga madre si tomé o no! Ya me arruinaste la noche como siempre, voy para allá”. Javier llegó en su auto con un galón de gasolina, la siguió insultando mientras vertía el combustible.

—¡Ya deja de gritarme cabrón! Le puede pasar a cualquiera.

—Te puede pasar a ti, porque eres estúpida… -—una cachetada, volteó el rostro de Javier, quien después de patear la motocicleta le vació lo que quedaba de gasolina y con encendedor en mano la amenazó —¡Me tienes hasta la madre! Te voy a quemar como la pinche bruja que eres.

Elena se echó a correr mientras le suplicaba que parara, que no le hiciera daño, él perdido de borracho corría como podía tras de ella. Alcanzó a esconderse detrás de los depósitos de basura y llamó al 911. La patrulla tardó en llegar seis minutos. Ella salió de su escondite. Los policías aprehendieron a Javier, quien bajando su tono de voz le dijo: “¿Estás consciente de lo que estás haciendo? Si me meten al bote no me vuelves a ver”. Los policías lo metieron a la patrulla, una agente se acercó para tomar su declaración.

—No se lo lleven.

—¿Qué dice señorita?

—No se lo lleven por favor.

—Pero usted nos habló señorita, usted llamó al número de emergencia, usted está bañada en combustible…

—No se lo lleven, es mi novio…

El diálogo que acaba de leer amable lector puede parecer ficción, pero hago de su conocimiento que la historia completa de Encadenadas está basada en hechos reales.

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