NUEVA YORK.— Javier Bardem está en la cúspide de su carrera. Con un Oscar, una Palma de Oro y la Copa Volpi en las estanterías de su casa parecería que no le queda nada más por conquistar. Sin embargo, verlo teñido de rubio interpretando al nuevo villano de “James Bond” es una prueba más de que siempre hay posibilidad de reinventarse.

Con un look muy casual de camisa blanca y pantalones negros, Bardem contó a EL UNIVERSAL todo acerca de sus nuevos proyectos en el Hotel Crosby Street. Para él, participar en Skyfall, que se estrena este jueves, ha sido una de las experiencias más gratificantes de toda su carrera.

“Ya no me preocupa si estoy haciendo una película que es grandiosa, pero es una experiencia horrible. No creo en eso. No me interesa. Ya no creo en genios. No hay excusa para que alguien te haga pasar por cosas que no merecen la pena humanamente. Cuando hago películas —algo que llevo haciendo 25 años— no las recuerdo por la forma en que fueron recibidas por otras personas como la crítica o los premios. Recuerdo la experiencia que tuve”, explicó el actor que conoció por primera vez a James Bond a los 12 años cuando su padre lo llevó a ver Misión espacial.

ANALFABETO EN TECNOLOGÍA

A diferencia de su personaje, Silva, que es capaz de hacer volar al mundo en mil pedazos desde el sofá de su casa, Javier se confiesa analfabeto en tecnología. “Soy el tío más alejado a mi personaje en la película porque no soy nada tecnológico. Soy lo peor. Este iPhone me lo regalaron hace un mes y hasta entonces iba con un teléfono de cable”, dice entre risas y confiesa saber lo que es Twitter y Facebook porque ha oído hablar de las redes sociales, pero nunca las utiliza.

“Creo en lo que es la voz. Todavía cuando voy con mis notas al director le grabo una cosa de éstas (dice señalando la grabadora digital), pero todavía es peor porque yo lo grabo con cinta”, asegura.

El actor español recientemente trabajó con el polémico Terrence Malick en la cinta To the Wonder en la que colaboró con el mexicano Emmanuel Lubezki. “Lubezki es un genio. Me pareció alguien con tanta sensibilidad frente a lo que ve, tiene un ojo extraordinario pero al mismo tiempo es súper cercano, súper cachondo, divertidísimo. Cuando acababa el rodaje y se hacían fiestas en la azotea del hotel, Lubezki estaba ahí, llega primero y se iba el último”, recuerda entre risas.

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