La puesta en escena El último preso o la policía, segunda de dos que los hermanos Bichir ofrecieron en el Josefa, sin Demián, fue dedicada a la memoria del finado escritor y dramaturgo Vicente Leñero (1933-2014), “y a los 43 desaparecidos, y a casi dos años nadie sabe dónde están”, dijo Bruno.

El final del montaje estuvo lleno de agradecimientos. “A mi padre (Alejandro Bichir, director de la obra), que fue operado de una lesión en el miocardio y se encuentra recuperando en Mérida”, afirmó el actor.

También se recordó a la familia Rabel de Querétaro, “a ella le debemos muchos de lo que somos ahora sobre este escenario”.

Bruno Bichir dio unas palabras al Foro Shakespeare de la Ciudad de México, que él encabeza, “por darnos la oportunidad de traer un trozo del Foro a estas tierras”.

Además de los Bichir, Bruno y Odiseo, se presentaron en escena Jasif Sadul, en sustitución de Demián Bichir, “quien se encuentra trabajando en Los Ángeles”.

Reynaldo Rossano El Papirrín, actor de comedia y de muy baja estatura, fue la figura de la noche que recibió más aplausos.

Se informó que las nominaciones de la Agrupación de Críticos de Teatro, anunció para Alejandro Bichir como director, a Bruno y Odiseo como actor, y a Rossano, como actor de comedia.

En el Auditorio Josefa Ortiz, los Bichir dieron cátedra de actuación. Maestros del arte escénico, que saben hacer reír sin caer en el recurso fácil, ni payasos, ni merolicos de escenario.

El último preso o la policía, original del polaco Slawomir Mrozek, obra que se inscribe en la línea del teatro del absurdo o comedia inteligente.

Habla, obvio, de un preso y sus carceleros. Personajes con uniformes marciales, tipo prusianos, rojos y negro, elegantes y atemporales.

Se habla de un atentado, con una bomba que nunca explota, y de un preso que lleva muchos años detrás de las rejas y se arrepiente de su pasado revolucionario.

Decía un escritor de ciencia ficción, que sus obras partían de una premisa: qué pasaría si la vida no es como la conocemos, sino todo lo contrario.

Eso sucede en El último preso o la policía. El anarquista no es más anarquista y el falso provocador termina siendo un verdadero provocador.

Sobre el escenario se mandó construir una cárcel que puede ser cualquiera, con dos caricaturas de Trino: del Niño Rey y su Tío el Regente.

En esta puesta en escena se dice de todo: de malos gobiernos, de crisis, de represión, de desaparecidos. Sin embargo no se citan nombres, ni países.

Por eso, a nadie extraña que el espectador común se sienta aludido cuando se habla de gobernantes tondos y mueva la cabeza en señal aprobación.

Desde hace casi dos años que los Bichir la presentan esta obra en distintos foros y siempre con éxito.

Bruno es la cabeza de este proyecto, el padre dirige, y al principio alternaba Demián, luego saltó al quite Odiseo. Unos más famosos que otros, pero grandes actores, todos.

Como decía el gran Pompín Iglesias: ¡Qué bonita familia! ¡Que bonita familia!

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