Hace falta una escuela que enseñe a los aspirantes a ser músicos cómo es la realidad en la industria y ese es el por qué Guillermo Briseño dirige la Escuela de Música del Rock a la Palabra, donde se trabaja no para aparecer en la televisión comercial sino para formar una opinión que sea externada dignamente.

“Que formen una comunidad que se pueda mover autónomamente y que no tengan que depender de la televisión comercial y su difusión. No estamos preparando a los chicos para que salgan a enfrentar las fuerzas del mercado, lo hacemos para que hagan lo que ellos quieren, los que les gusta y emocione y con más responsabilidad”, comentó Briseño.

El talento está, dice, por lo que si los egresados no son valorados en su propio país, se verán obligados a irse a otros lugares donde ejemplos sobran de que se puede trascender, siempre con un ojo crítico hacia el sistema

“La difusión para los artistas está más en manos de los canales de televisión comerciales que de las iniciativas más ilustradas o revolucionarias, no hay dinero y las comunidades de los barrios no tienen para mantener a los grupos. ¿Vamos a esperar a que nos levante la canasta Azcárraga o su contraparte?, ¿Voy a pedirle a Slim si no se puede apiadar de nosotros los pobres? No, además tienen que reaccionar las instancias gubernamentales, principalmente en el Distrito Federal”.

Sus materias van desde la ejecución, la composición y el pensamiento como un todo, por lo que no se enfocan en una edad específica para aceptar a sus alumnos. Cada año aproximadamente son 700 los que quieren entrar pero se quedan alrededor de 50; con una plantilla de 183 alumnos actualmente en un plan de estudios de 4 años (horario matutino y vespertino) han egresado cinco generaciones desde su creación hace ocho años.

“A esta escuela vienen a componer, nosotros proponemos a los chicos que hagan sus cosas. El mundo de la música de rock y eso lo conocen quienes están cerca de ellos, son expresiones propias básicamente. Aquí se aprende interpretando varios estilos, buscamos que la creatividad sea fomentada en todas las materias”, enfatizó.

Con el tiempo se han convertido en una escuela de alta especialidad porque cada año sube la afluencia en las convocatorias y sólo pueden aceptar a los mejores por ser un espacio público y gratuito. Como derivados de la Secretaría de Cultura y del sistema de escuelas de la Ollin Yoliztli saben que hacen falta cosas para estar en la gloria.

“Necesitamos más instrumentos, nos gustaría incrementar algunas cuestiones académicas como invitar a más gente que diera conferencias. La escuela le cuesta barata a la Secretaría, no estamos generando recursos más que culturales; formamos a gentes capaces de desafiar el aparato político-cultural”, afirmó el directoo.

Al mismo tiempo agregó: “Es inherente a nuestra escuela pensar que debería haber un espacio para todos los chicos, que encuentren un lugar donde no te rechacen. No es posible que todo el mundo entre a la UNAM, las privadas son muy caras; esta escuela es gratis pero no podemos dejar que entren todos”, dijo.

Aunque no se comparan con ninguna otra academia no se consideran el ombligo del mundo. Más bien buscan hacer más al mirarse al espejo y ver que su crecimiento también debe estar sujeto a revisión no para conformarse sino para no quedar fuera de ritmo a cómo se va moviendo el país.

“No somos México sino parte de ello y tenemos una responsabilidad. No somos una fábrica de personas porque no piensan lo que yo pienso, cuando los invitamos a pensar es para que lo hagan con lo que a ellos les corresponde”, resaltó Briseño.

Además de enseñar a alumnos han trabajado en proyectos como dos tomos del libro Parir Chayotes, así como afinan los últimos detalles de su disco Más pimienta al rock and roll.

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