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Tequisquiapan fue declarado Pueblo Mágico hace dos años, “pero ya era mágico desde antes”, dijo María Isabel Torres, dueña de la única galería de arte en el lugar.

Es un pueblo de calles empedradas y banquetas angostas. La belleza de sus cielos y su tranquilidad es el mayor atractivo de este pueblo de casi 20 mil habitantes.

Antes lo buscaban por sus aguas termales y sus balnearios. Todavía, pero no como antes. Ahora los turistas se conforman con caminar por sus calles sin rumbo determinado, para perder el tiempo con placer, tomarse una copa de vino, picar quesos finos en algún restaurante bonito o simplemente tomar el sol en una de las bancas de la plaza Miguel Hidalgo con la familia, mientras los más pequeños persiguen palomas frente a la iglesia de la Asunción.

Un viejo mezquite

El pueblo se fundó en 1551, eso dice una placa colocada en un viejo mezquite, viejo y torcido, plantado en el átrio de la iglesia de La Magdalena, a un lado de una cruz de piedra. Las dos grandes reliquias del pueblo.

Dice la placa que se fundó gracias a cédulas reales de Carlos V, con el “Sacrificio incruento” (La Santa Misa), celebrada por el franciscano Juan Bautista, lo que dio origen al pueblo de la Santa María de la Asunción y de las Aguas Termales.

En tiempos añejos fue el lugar de recreo del generalísimo, Venustiano Carranza, al líder de la Revolución le gustaban las aguas termales y decretó que Tequisquiapan fuera este pueblo el Centro Geográfico del país y un monumento recuerda la ocurrencia, porque en realidad el centro del país se ubica en algún punto del desierto de Zacatecas.

Estación Bernal

Lo que en realidad le dio origen y vida al pueblo, fue la estación del Tren Bernal, principal parada del ferrocarril durante el siglo XVIII y XIX.

Una locomotora, inservible de vieja y por estar poco atendida, recuerda los años dorados de la estación. La construcción todavía guarda rastros de su actividad: las taquillas y algunos bancos de madera.

Durante muchos años, la estación Bernal fue hogar de vagos y maleantes. Actualmente se encuentra en proceso e recuperación. La cuida un hombre mayor y un perro, un cachorro callejero. Los dos son muy amistosos.

El tren todavía pasa por su vías, pero ya no hace parada. La serpiente de hierro que escupe humo sigue su camino con su cargamento de metales e indocumentados.

En una pared vieja y descarapelada se lee: Estación Bernal. Kilómetro 1086-969 a Laredo. Kilómetro 204-20 a México. Tequisquiapan. Altitud 1880. Población: 50 000.

Gambusino por un día

En las inmediaciones de Tequisquiapan se encuentra uno de los lugares más interesantes del pueblo: las minas de ópalos. Se ubican en los cerros que rodean La Trinidad, comunidad ubicada a unos 12 kilómetros por la carretera que va a San del Río, Querétaro.

Atiende a los visitantes don Héctor Montes, quien asegura ser pariente lejano de Ezequiel Montes, prócer estatal.

Para subir a la mina “La Carbonera”, hay que viajar sobre caminos empinados y pedregosos durante 20 minutos, pero cuando llega uno a la cima y ve el imponente paisaje de la sierra queretana, se olvida de los zangoloteos.

Si tiene surte viajará en un jeep de seis ruedas de la Segunda Guerra Mundial. Es una reliquia que debería estar en un museo, pero acá sirve para viajar en todo tipo de terrenos, guiado por la perra Pastor Alemán de don Héctor, La Cachi.

Apenas llegando a la mina le dan martillo, cincel y mucha suerte para que pronto encuentre una piedra que lo pueda sacar de pobre. La idea en las minas de ópalo es que el visitante sea un gambusino (mineros de pequeña escala buscador de minerales) por un día y si encuentra una gema es suya, sino por lo menos se olvidará por un rato del estrés citadino.

Encontrar ópalo es cosa de suerte, dijo Jesús Gómez, minero, quien ha dedicado su vida a rascarle las tripas a los cerros para encontrar piedras preciosas. “Una mañana te puedes levantar y en un rato “jallar” un ópalo y tener para no trabajar por dos años, pero también puedes trabajar año y no “jallar nada”.

Volar muy alto

Al amanecer es el mejor momento para volar en globo aerostático en Tequisquiapan, porque a esas horas se tiene el viento y las temperaturas adecuadas para volar y porque ver un amanecer a 600 metros de altura sobre uno de esos objetos gigantes y de mil colores es una experiencia que la gente describe como “indescriptible”.

“Es sentir que puedes tocar las nubes”, dijo Viridiana Cortés, administradora de la única fábrica de globos aerostáticos en el país, instalada en Bordo Blando, en el departamento de Tequisquiapan.

Estos objetos pueden alcanzar una altura de 3 mil 500 metros, pero tratándose de vuelos de entretenimiento sólo se elevan 600 metros y se mueven en un radio de 25 kilómetros. El paseo puede durar de 30 minutos a una hora, si el viento y el clima lo permiten.

En el pueblo de Tequisquiapan existe la única fábrica de globos aerostáticos en el país. En la localidad de Bordo Blanco. También existe la única escuela para formar pilotos de globos aerostáticos y uno de los pocos lugares donde se ofrecen vuelos todo el año.

Un pueblo de artistas

María Isabel Torres Landa y el artista y músico Rudy Biancardi, son dueños de Tequis Arte, la única galería de arte del pueblo y con el reconocimiento a nivel internacional.

Funciona como galería y sala de exhibición. La gente puede entrar y disfrutar de las obras, sentarse en uno de sus cómodos sofás e incluso tomarse un buen café expreso italiano.

En sus paredes cuelgan obras de artistas de grandes vuelos como David Gutiérrez y Fernando Adriacci, de la oaxaqueña Ana Rivera, la escultora Sara Mansur y la detallista Amaría del Rosario Treviño, así como de Gustavo Valenzuela y Héctor Aristos.

Tequisquiapan es el lugar perfecto para una galería de arte, explicó la dueña. “Es un pueblo muy bello y la gente viene a pasear, tiene tiempo de ver las obras, no tiene las prisas de la ciudad”, indicó.

De hecho, en Tequisquiapan viven y trabajar muchos artistas, ya sea por el color de la luz en sus atardeceres, los cuales son únicos y porque da tiempo y motivo para la inspiración.

En esta pequeña ciudad de provincia radican, por ejemplo, Knut Pani y su hijo, Santiago, también artista, Héctor Aristos, Jorge Bautista y Luis Mendizával, por citar algunos.

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