En la pequeña comunidad rural San Nicolás de la Torre, una familia amealcense se esfuerza por ganar la batalla a las grandes tiendas de autoservicio.

Fabricantes de queso desde hace tres generaciones, Miguel García y Esther Saldaña preparan quesos artesanales tipo ranchero y oaxaca para venderlos en pequeñas misceláneas y mercados de Amealco.

Hace ocho años crearon su microempresa llamada “Quesos la señora”, en la que invirtieron los ahorros de sus vida; actualmente producen mil piezas de queso a la semana, además de otros productos lácteos como crema y yogurt.

Inicio. Para Miguel García Saldaña, amealcense de corazón, la elaboración de alimentos a base de leche es casi como un sello familiar, pues antes de él, sus abuelos y sus padres tenían un par de vaquitas de las que obtenían leche y la aprovechaban al máximo.

“La elaboración de quesos es algo que siempre hemos tenido en mi familia, desde chico yo aprendí lo que era alimentar a las vacas, trabajar la leche, todo eso lo hacían mis padres, todos los días”, narra.

Naturalmente, sus padres fabricaban quesos para el consumo familiar, nunca se imaginaron que en un futuro dicha actividad se convertiría en su propio negocio.

Concepto. Debido a que Miguel García es un experto en la elaboración de quesos, gracias a la tradición familiar, cuando se convirtió en adulto se casó con Esther Saldaña, quien tampoco era ajena al tema. Ambos originarios de la comunidad San Nicolás de la Torre, comenzaron a aumentar paulatinamente la producción de quesos, que en un momento era únicamente para el consumo diario.

Primero hicieron 10 piezas más, después 20 o 30 piezas adicionales y las ponían a la venta a las familias de la comunidad. Esther llenaba de quesos su canasta y salía a las calles a tocar puertas para conseguir clientes, así fue como las personas conocieron sus productos y debido a que la pequeña empresa familiar no tenía un nombre definido, popularmente le llamaban “Quesos de la señora”, refiriéndose a Esther.

“Yo me desesperaba de que los quesos no se vendieron y un día los agarré todos y me fui a venderlos a las calles, y así la gente fue conociendo poco a poco lo que hacíamos, los comencé a dejar en las tiendas y las personas llegaban y preguntaban por ‘el queso de la señora’, así fue como nos dimos a conocer. Tiempo después, cuando formalizamos todo el negocio quisimos que se llamara ‘Quesos la señora’, porque así es como nos conocían nuestros clientes”, comparte Esther Saldaña.

Dificultades. Aunque esta historia de éxito y emprendimiento se cuenta en apenas un par de párrafos, la realidad es que el matrimonio tardó años antes de consolidar la empresa en la que ahora producen mil piezas de queso a la semana.

Sus productos se venden en pequeñas misceláneas de Amealco y en algunas de San Juan del Río. A pesar de la excelente calidad, entrar a las grandes tiendas de autoservicio “ha sido un calvario”, según cuentan los emprendedores.

Para conseguirlo, deben cubrir una serie casi infinita de requisitos y documentación, que representa fuertes gastos económicos; si estos pasos se logran, es muy poco probable que los “Quesos la señora” se vendan a un precio justo, pues debido a la alta calidad con la que están hechos, su precio tendría que ser más elevado que el de los otros quesos que se venden en la tienda.

“Es casi imposible competir con esas grandes tiendas, hemos intentado entrar con nuestro producto para poder venderlo ahí, pero son muchísimos requisitos, son trámites que llevan mucho tiempo y mucho dinero. Nuestros quesos son artesanales, hechos con la mejor calidad, para nosotros es fundamental que la leche sea de buena calidad, no trabajamos con cualquier leche, y eso eleva los costos. Algunas personas nos dicen que por qué nuestros quesos son más caros (...), y yo les digo que porque nuestros productos son 100% naturales, no como los que venden en las tiendas de autoservicio que dicen ‘queso sabor a queso’, suena ilógico pero es la verdad, esa es otra cosa con sabor a queso, no es como lo que nosotros preparamos aquí”, cuenta Miguel.

Planes a futuro. Miguel y Esther fabrican quesos al menos tres días a la semana, desde temprano se dedican a obtener leche de sus vacas y después comenzar a trabajarla; se trata de un proceso artesanal que algunas veces dura 24 horas.

Con sus ahorros y un apoyo económico que obtuvieron del gobierno municipal para comprar equipamiento, crearon en su casa una pequeña quesería, donde producen y almacenan los productos lácteos que después ponen a la venta.

Actualmente reciben capacitaciones de las autoridades para terminar los procesos de etiquetado y especificación de la tabla de nutrientes que debe incluirse en cualquier alimento; entre sus planes a futuro se encuentra ampliar la empresa familiar para poder aumentar la producción y llegar a más puntos de venta en el estado.

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