Cae la tarde en la población de San Miguel Dehedó. Al ruido de las unidades de transporte de personal que se estacionan sobre el kilómetro seis de la carretera Amealco-Coroneo, se suma la algarabía, predominantemente femenina, que genera un grupo de trabajadoras que concluye su jornada en la maquiladora textil Kaltex, principal industria de Amealco de Bonfil.

Descontando al personal de confianza y de tipo eventual, en esta planta laboran 880 mujeres sindicalizadas, de las cuales 353 son madres de familia. “Tengo el dato porque hace poco celebramos el 10 de mayo y les hacemos un festejo”, informa a EL UNIVERSAL Querétaro el gerente de recursos humanos, Christian Cantellano.

Después de sumar al personal que tiene esta empresa en su segunda planta, situada en San Juan del Río, el ejecutivo refiere que el total de plazas sindicalizadas que otorga la firma dentro de la entidad es de dos mil 400, de las cuales mil 660 están ocupadas por mujeres. Dentro del sector femenil, 560 son “festejadas” el 10 de mayo.

Inaugurada hace 21 años dentro de un ayuntamiento que cuenta con 34 pueblos de origen otomí, la fábrica Kaltex fue objeto de un estudio por parte de académicos de la UAQ, el cual mostró resultados de interés acerca de los cambios sociales tenidos en las comunidades amealcenses a raíz de la llegada de una industria que contrata a mujeres, hasta en un 80%.

El estudio de los sociólogos Elizabeth Rodríguez Sánchez y José Guadalupe López Rivera, reveló que mediante la incorporación de la mujer a la cultura laboral, la empresa contribuyó (voluntaria o involuntariamente) a la transformación familiar de la población ligada a la factoría.

“Las formas simbólicas de comportamiento, que definían a la mujer como madre-esposa, encargada de asistir incondicionalmente al esposo y a los hijos, se han visto modificadas por el contacto de la mujer con el trabajo remunerado”.

La inserción de la mujer al ámbito laboral trae consigo emancipación económica, las mujeres experimentan nuevas formas de salir adelante, con o sin el apoyo de la figura del hombre como jefe de familia.

La capacidad organizativa de las mujeres en el contexto social se ve materializada en la participación social comunitaria, en la toma de decisiones colectivas que favorecen al entorno. La mujer asume el rol y se involucra en el mantenimiento de caminos, fiestas patronales y en la elección de gobernantes.

Los hombres comienzan a estar conscientes de que la mujer debe trabajar para apoyar la economía, especialmente donde el salario del varón no alcanza para solventar los gastos familiares, se da como resultado un espacio simbólico donde ambos comporten espacios más igualitarios. El tipo de cultura organizacional que la empresa transmite a las trabajadoras, acelera una transformación de la institución familiar. En el momento en que la mujer se incorpora al sector laboral, rompe con la tradicional organización familiar, tan arraigada en la comunidad rural.

Si bien probamos estos cambios dentro de la familia, nos encontramos con espacios simbólicos que no se modifican: la mujer toma el hogar como espacio de relajación para el espacio laboral, pero sigue realizando tareas como preparación de alimentos para el día siguiente o composturas de ropa.

El hombre acepta que la mujer trabaje y de igual forma que continúe con su papel de madre, esposa y trabajadora. Pero al aceptar esto, reduce su papel de proveedor, deja de aportar la totalidad del ingreso, aunque disminuye su presencia como el único que decide en la vida familiar.

Querétaro es un estado industrial, cuyo proceso de descentralización traslada las empresas a diferentes municipios; por tal razón, es necesario continuar analizando el impacto que estas industrias tienen en las comunidades”.

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