Los jóvenes en el mundo se encuentran rodeados por los efectos de la pandemia, cambio climático, guerra en Ucrania y el conflicto en el Medio Oriente.

Los jóvenes se movilizan masivamente en sus países o regiones a través de las redes sociales y han incrementado su activismo y protesta social, expresando su interés con diversas causas a nivel nacional e internacional.

Representan 16% de la población global, sumando más de 1,200 millones. La ONU los reconoce como agentes de cambio, encargados de explotar su potencial y asegurar un mundo apropiado para las generaciones futuras. Sin embargo, su incorporación a la política formal y a la actividad de los partidos políticos sigue siendo escasa, y una de sus principales causas es su profunda desconfianza y malestar con el funcionamiento de la democracia y los gobiernos.

En el estudio realizado por Latinobarómetro en 2023, el apoyo a la democracia en América Latina de quienes tienen entre 16 y 25 años apenas alcanza 43%. De forma preocupante, el apoyo de ese sector hacia un régimen autoritario es creciente y alcanza 20%, mientras que la indiferencia al régimen político llega a 30%; todo esto dentro de un escenario de desencanto y apatía democrática.

Los de 15 a 24 años son los más afectados por las crisis regionales y globales, tienen los mayores índices de desempleo, pobreza y migración con respecto a los otros segmentos poblacionales.

Según datos del Fondo de Población de las Naciones Unidas, 39% de los jóvenes de América Latina se encuentra en situación de pobreza y 10% en situación de indigencia; un tercio de ese grupo de América Latina no asiste a ningún centro educativo.

En cuanto a empleo, la Comisión Económica para América Latina señala que 25% de los jóvenes de la región se encuentra desempleados o busca trabajo remunerado por primera vez, y 55% se dedica al trabajo doméstico y de cuidados no remunerados.

En nuestro país de acuerdo con una encuesta y un estudio cualitativo del Centro de Opinión Pública de la Universidad del Valle de México y Expansión Política, desconfianza, desánimo y molestia son los sentimientos que la política les provoca a los jóvenes mexicanos, pero el 81.6% saldrá a votar este 2 de junio para elegir a él o la presidenta de México. Son 26.2 millones de jóvenes de entre 18 y 29 años que representan el 30% de la lista nominal del país, cifra que podría definir la elección. No obstante, dicen sentirse muy alejados de la política y de las campañas electorales. Pese a todo tienen intención de votar.

Aun cuando la política finca un panorama de descontento, desilusión y desconexión, 81.6% piensa ir a votar. Solo la participación del 2 de junio nos indicará si la intensión se concreta en acción. Del 18.4% que no tiene el propósito de votar fundamenta su postura en la inexistencia de candidatos convincentes (31%), falta de interés (26.8%), 25.4% piensa que no sirve para nada y 22.9% considera que su voto no hará ninguna diferencia.

El voto joven implica distintas lecturas que parten de: 1. Votar o no y, 2. Por quién votar. Si los jóvenes no votan habrá una sombra asociada al desinterés y a la apatía. Los jóvenes siente incertidumbre e inseguridad en torno al proceso, en torno a su voto y en torno al resultado, ¿tomarán la decisión correcta? y, ¿si se equivocan? Sobre ellos está cayendo el peso de la elección: el peso de no votar, el peso de votar, el peso de votar informado o desinformado.

Para cambiar este oscuro panorama, es indispensable que ellos se incorporen a la actividad política, renovando los liderazgos, transformando los paradigmas e impulsando la acción pública a favor de los derechos fundamentales de este grupo poblacional.

Debemos recuperar el camino sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible como son: educación de calidad, trabajo decente, crecimiento económico, combate al cambio climático, atención en salud a adolescente y deporte.

Es urgente una inversión permanente en educación como una verdadera política de Estado.

Expresidente municipal de Querétaro y exlegislador @Chucho_RH

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