“El INE no se toca”, fue la consigna que se escuchó al unísono el pasado domingo en las principales calles de nuestro país. Cientos de miles de personas se congregaron en Paseo de la Reforma, Ciudad de México, y en las 31 entidades federativas del país, para defender a una institución que es y ha sido baluarte de nuestra libertad, el Instituto Nacional Electoral.

La ciudadanía, libre de colores, posturas e intereses, se unió en torno a una bandera común para defender lo que, como país, nos ha costado más de un siglo construir: la democracia.

Lo que se buscó es mantener una de las instituciones fundamentales para la democracia mexicana. El desprecio por el autoritarismo, el centralismo y el control absoluto de un solo hombre o grupo, se hizo manifiesto en las calles, demostrando que México ha madurado democráticamente y que la tolerancia y el respeto son condiciones indispensables para el quehacer político.

La defensa del INE es fundamental en este momento histórico, porque las elecciones del 23 y del 24 deben celebrarse con un árbitro imparcial, independiente y libre de ataduras. El INE es una institución que ha brindado estabilidad a México y cuya construcción nos ha costado más de 30 años.

Algunos han pretendido subestimar la marcha, bajo el pretexto de que no rebasó los 10 mil asistentes, que solo hubiera llenado una sexta parte del Zócalo o que hubo acarreados. Otros de plano han buscado descalificarla, alegando que los asistentes son “fifís”, “clasistas”, “elitistas” y demás calificativos que, la verdad, no vale la pena mencionar. Por su parte, el presidente de la república la ha minimizado calificándola debidamente como un “striptease político”. Comentario muy lamentable.

No obstante, y aunque ello les incomode, la marcha fue un ejercicio puro de participación ciudadana.

Para quienes acompañamos a la multitud, nos consta que la marcha tenía un sentido de honestidad y convicción. Las personas que asistieron estaban convencidas de que tenían que alzar su voz para defender al INE. No hubo intereses políticos ni mucho menos económicos. Fue un acto puro de participación ciudadana. La gente que se manifestó lo hizo por convicción, fiel a sus ideales de libertad e igualdad.

Pero además, la marcha mostró que, unidas y unidos, se puede construir un contrapeso real frente al oficialismo. Que en México hay oposición y que, contrario a todos los pronósticos, si se propone, se pueden unir fuerzas en torno a un proyecto común. Eso es lo que molesta al oficialismo, la posibilidad de que haya un contrapeso que ponga en riesgo el continuismo de su poder. Ahí está una enorme área de oportunidad que es necesario capitalizar de cara a las próximas elecciones.

En esto no hay vuelta atrás. La defensa por nuestras instituciones, especialmente aquellas que son base fundamental para el estado democrático, es y debe ser el compromiso de toda y todo mexicano. Ello no debe estar condicionado por una postura política o intereses particulares, debe ser el común denominador en la vida pública.

Por eso, no concibo aquellos que, en su momento, fueron fuertes críticos y detractores del presidencialismo para ahora ser defensores a ultranza de los ataques que se hacen desde palacio nacional. Seamos congruentes y defendamos aquello que nos ha costado décadas construir como país.

Instituciones como el INE y el Tribunal Electoral, son la base de nuestro futuro. Un futuro que debe transitar hacia una sociedad abierta y plural, una sociedad en que sean escuchadas y respetadas todas las opiniones y todas las voces. Esa es la esencia de la democracia, no debemos olvidarlo.

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