La Cienega es una comunidad que se encuentra a poco más de 25 kilómetros de la zona urbana del municipio de Pinal de Amoles, en donde el señor Gregorio Aguilar Arriaga ha dedicado toda su vida a trabajar el campo; sin embargo, por su avanzada edad ya no puede cuidar adecuadamente sus milpas o sembrar como antes lo hacía, por lo que lamenta que los jóvenes ya no desean atender el campo, pues ahora prefieren estudiar “ingenierías o cualquier otra cosa”.

Para este hombre de 68 años de edad trabajar la tierra, sembrar y cosechar, lo es todo. Generó un patrimonio con cada semilla que creció al ser regada con el sudor de su frente.

Por ello, al mirar a su alrededor, señala todas las casas en las que los patios tienen hierva seca y los cerros que, si bien son completamente verdes, están repletos por árboles, con tristeza en su rostro recuerda que antes eran milpas u otro tipo de sembradíos.

Esto se debe a la falta de interés que las nuevas generaciones ponen en el campo, hoy en día solamente los más viejos cosechan para autoconsumo. Los jóvenes ahora prefieren salir a Estados Unidos para trabajar como migrantes, o bien, emplearse en otros ramos empresariales que llevan consigo la sequía de sus tierras, dice.

“Los niños le deben echar ganas al estudio, eso es lo principal, pero ya no le echan ganas al campo, eso ya se acabó, ahorita sólo los más viejos tenemos los que podemos hacer una milpita por ahí. Ahorita vea cómo está el campo, todo con árboles o solo, antes no había ningún espacio en el que no existieran milpas, ya está solo, eso nos afecta al campo y los campesinos”, refiere.

Tras afirmar que es importante que los niños estudien y cada vez estén mejor capacitados, don Gregorio explica los motivos por los que considera que tanto la escuela como el campo deben ser prioritarios para los “chiquillos”.

El que es uno de los hombres más longevos de La Cienega exhorta a los padres de familia a que inculquen en sus hijos el valor de labrar la tierra.

Este hombre también se dirige a los jóvenes que no saben cuál es la importancia del campo, pues asegura que no todos los que ahora están estudiando y tienen anhelos de salir de su comunidad natal lo podrán hacer.

Pesimista con el destino por la experiencia que le han dado los años, Gregorio se dice convencido de que no habrá espacio para todos.

Luego de hacer una serie de argumentaciones enérgicas para pedir que desde pequeños se enamoren del campo, este hombre se toma un segundo para respirar y, más tranquilo en su hablar, afirma que cualquier actividad que hagan será mejor que dedicarse a la delincuencia.

Destaca que en recientes fechas se han tenido registro de algunos hurtos en la alejada comunidad.

“Las dos cosas son importantes, muy necesarias, sí, la verdad es muy bonita la escuela, pero la verdad es que yo pienso que no a todos les va a tocar un ramo de algo, no hay espacio para que todos sean ingenieros o maestros, yo qué sé, pero si sus padres no les enseñan a cuidar una mata de maíz no vamos a tener nada, otra cosa. Pero bueno, mientras no le crezcan las uñas y empiecen a robar todo está bien”.

Con su bastón en mano y recargado en la pared, Gregorio Aguila recapacita para sí mismo y se autocuestiona: “¿Por qué quieren salir de aquí?”, refiriéndose a los jóvenes.

Mira a su alrededor para apreciar un paisaje lleno de árboles, aire fresco y neblina que acaricia la punta de los cerros aledaños y remata haciendo referencia a la comunidad que lo vio nacer: “Aquí es bien tranquilo”.

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